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La profanación del templo de Dios

La profanación del templo de Dios

Actualizado 09/03/2015 12:55
Gerardo Melgar

Jesús exige sagrado respeto para la casa de su Padre del Cielo. Pero ese mismo respeto sacro lo pide para cada persona porque toda persona es templo de Dios, imagen suya, ha sido creada a su imagen y semejanza, y merece todo respeto y que nadie pueda utilizarla para fines mercantilistas.

El Evangelio de este III Domingo de Cuaresma nos presenta a Cristo sorprendido por lo que se encuentra en el templo de Jerusalén: la casa de Dios ha sido convertida en un verdadero mercado lleno de ovejas, bueyes y palomas donde los prestamistas hacen negocio. Jesús, celoso por el amor a la casa de su Padre, pide respeto y que, de ninguna manera, el templo se convierta en un mercado.

Jesús exige sagrado respeto para la casa de su Padre del Cielo. Pero ese mismo respeto sacro lo pide para cada persona porque toda persona es templo de Dios, imagen suya, ha sido creada a su imagen y semejanza, y merece todo respeto y que nadie pueda utilizarla para fines mercantilistas.

La imagen de Dios se refleja en el rostro, en el cuerpo, en la vida de cada persona. "En cada rostro humano descubro el rostro de Cristo" decía la beata Teresa de Calcuta. Cristo se identifica con todos y cada uno de los seres humanos, especialmente con los más pobres y marginados, de tal manera que llega a decir: "lo que hicisteis con uno de estos mis pequeños hermanos conmigo lo hicisteis" (Mt 25, 41) Esta manera de proceder de Jesús, identificándose con cada uno pero especialmente con los más pobres, toca nuestra conciencia y nos mueve a preguntarnos cómo estamos tratando a los demás.

¿Cómo nos situamos, cómo se sitúa la sociedad actual ante el prójimo? Hay quien, de forma egoísta, sólo piensa en sí mismo y le importan bastante poco los demás. Hay también quien no sólo no quiere saber nada de los demás sino que, si puede, se aprovecha de ellos con engaños usándolos para fines materialistas; no es raro encontrar en nuestra sociedad noticias de casos de escandalosa instrumentalización de las personas: trata de blancas, abuso de niños con objetivo lucrativo o sexual, etc. Un ejemplo insoportable lo encontramos en quienes practican el aborto condenando a muerte a tantos inocentes en el seno de sus madres, no respetando ni la dignidad de esas personas ni su derecho fundamental y primero como es el derecho a la vida.

Junto a estos casos ejemplificados, nos encontramos con otras muchas personas que son verdaderos modelos de respeto y valoración de la dignidad de la persona. Son aquellos que están dispuestos a ayudar siempre; tantos voluntarios que entregan su tiempo y sus personas al servicio de los necesitados; todos cuantos luchan por el respeto a la vida de los más débiles contra el hambre, las desigualdades y la trata de personas; tantas y tantas personas, sacerdotes, religiosos, laicos, miembros de ONG's que están entregando su vida al servicio de los más pobres, de los más marginados, de aquellos que la sociedad desecha.

En este Domingo debe resonar en nuestro corazón una pregunta: ¿cuál es mi actitud respecto a los demás? ¿Dónde me sitúo yo frente a los otros: entre los que se aprovechan de ellos o entre quienes sirven y aman? Cristo nos pide que nos convirtamos, que nunca robemos a nadie la dignidad, que no reduzcamos a los demás a medios de un mercado egoísta y mercantilista sino que respetemos y ayudemos a todos cuantos nos necesitan.

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