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El ciego Bartimeo

El ciego Bartimeo

Actualizado 24/10/2015 20:15
Gerardo Melgar

Muchas personas hoy se llaman creyentes pero no quieren renunciar a las llamadas del mundo; quieren ser seguidores de Jesús y seguidores de la mundanidad; quieren ser discípulos de Cristo pero sin dejar de ser uno más del mundo. ¡Esto es imposible!

En el Evangelio de este domingo tenemos la oportunidad de contemplar a un personaje muy significativo y con muchas enseñanzas que ofrecernos: el ciego Bartimeo. Éste encierra, en su forma de actuar, algunas actitudes muy importantes en la vida de fe de todo creyente en Jesucristo.

Bartimeo siente muy dentro de sí la necesidad de encontrarse con el Señor. Él ha oído hablar de Jesús como alguien que hace milagros, que cura enfermos, que da la vista a los ciegos, hace hablar a los mudos y oír a los sordos. Por eso siente que necesita a Jesús para que le cure su ceguera y por eso espera el momento de poder encontrarse con Cristo. Esta necesidad de Dios es la que falta en muchas de las personas de nuestra sociedad actual: muchos no sienten necesidad de Él porque se han constituido dioses de sus vidas o se ha fabricado otros diosecillos a los que servir.

Cuando Bartimeo oye la multitud que pasa junto a él pregunta qué sucede; le dicen que Jesús está pasando por allí en ese momento y él da un salto de alegría, deja el manto con el que pedía limosna, abandona la cuneta en la que estaba sentado y comienza a gritar: "Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí". El ciego pone todo lo que está de su parte, todo lo que está en su mano, para encontrarse con Cristo; no se queda allí sentado sino que abandona la cuneta y el manto, es decir, abandona su vida anterior para comenzar una vida nueva de seguimiento de Jesús.

Ésta es otra faceta que interpela al cristiano actual pues el seguimiento de Jesucristo supone y exige optar decididamente por un estilo de vida como discípulo suyo y supone una conversión de vida, es decir, un abandono de la vida en la que se seguían más las llamadas del mundo que la voz de Dios. Muchas personas hoy se llaman creyentes pero no quieren renunciar para nada a las llamadas del mundo; quieren ser seguidores de Jesús y seguidores de la mundanidad; quieren ser discípulos de Cristo pero sin dejar de ser uno más del mundo. ¡Y esto es imposible! También a nosotros, como al ciego, el paso de Jesús por nuestra vida nos pide abandonar nuestra vida de pecado, de mundanidad, para poder seguirle.

Una tercera actitud interpelante en Bartimeo es su constancia, su perseverancia, su lucha contra las dificultades que encuentra en el camino del seguimiento de Jesús y para poder encontrarse con Él. Entre los que seguían a Cristo hay a quienes les molestaba que aquel ciego fuera gritando detrás del Señor y le querían callar; sin embargo, Bartimeo siguió gritando más fuerteporque sabía que sólo desde el encuentro con Jesús le podía llegar su salvación, la curación de su ceguera. También nosotros nos vamos a encontrar con circunstancias, acontecimientos y personas a los que les va a molestar nuestra fe, se van a reír de nosotros, nos van a tratar de dejar en ridículo o incluso van a tratar de que cojamos complejo por ser creyentes. Es aquí donde el ciego nos da una auténtica lección de perseverancia: a pesar de las dificultades que encuentra él sigue deseando el encuentro con Cristo.

Pidamos al Espíritu Santo poder vivir estas tres actitudes del ciego Bartimeo: el interés por encontrarnos con el Señor; un profundo cambio de vida; y perseverar en el propósito de seguir a Jesucristo hasta el final.

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