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El Sacramento del perdón en el Año de la misericordia

El Sacramento del perdón en el Año de la misericordia

Actualizado 05/03/2016 20:30
Gerardo Melgar

Este Año Santo nos brinda la oportunidad especial para acercarnos al Sacramento del perdón.

En el corazón del Jubileo de la misericordia se sitúa la llamada a que nos acerquemos al trono de la misericordia, al Sacramento del perdón y experimentemos personalmente la ternura, el perdón y la misericordia de Dios Padre. No podemos olvidar que el Jubileo es un momento privilegiado para acoger y vivir la misericordia de Dios a través del Sacramento del perdón.

Por eso hemos de sentirnos todos invitados (y nosotros hemos de invitar a otros) a la reflexión y la oración sobre la realidad de la misericordia divina con nosotros para vivir personalmente la experiencia del perdón de Dios. El Papa Francisco dice así: "Ponemos en el centro el Sacramento de la reconciliación porque nos permite experimentar en carne propia la grandeza de la misericordia. Será para cada penitente fuente de verdadera paz interior" (Misericordiae vultus 17).

El abandono, por parte de muchos cristianos, de este Sacramento se ha debido a diversas causas, unas superficiales y otras más profundas. Entre las superficiales podemos enumerar algunas como "yo no necesito intermediarios" o "yo me confieso directamente con Dios", el infantilismo de sus acusaciones o la incomodidad de la acusación de los pecados mortales, el deseo de prescindir del confesionario, etc. Pero junto a estas causas superficiales hay otras más profundas de la crisis del Sacramento del perdón: una de las principales ha sido la radicalidad y la rapidez del proceso de transformación sociocultural que ha habido en los últimos años y que ha dado lugar al nacimiento de un hombre nuevo a quien se le hace difícil este Sacramento porque se le hace difícil la fe en Dios, el descubrimiento del sentido del pecado y la mediación de la Iglesia en el encuentro del hombre con Dios.

A este hombre nuevo se le hace difícil la fe porque ha sido presentada por muchos como un refugio psicológico para personas inmaduras, considerándola como una alienación, un narcótico, que le evade del compromiso en la construcción de la historia. Va perdiendo el sentido del pecado y de la necesidad de conversión considerando el pecado más como un fallo humano o una patología o una debilidad humana solamente que como una ofensa a Dios y a la Iglesia; debilitando así el sentido teológico del pecado. Pero la verdad de una sana Teología es otra: el pecado es una ofensa a Dios y a la Iglesia; el Sacramento no sólo repara la ofensa a Dios sino también la ofensa a la Iglesia; el sacerdote que administra el Sacramento es representante de Dios y de la Iglesia y, por lo mismo, cuando pronuncia sobre el penitente la fórmula de la absolución el pecador queda reconciliado con Dios y con la iglesia; sólo el sacerdote, en virtud del poder concedido por el mismo Cristo a los apóstoles ("a quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos"), puede reconciliar al pecador con Dios y con la Iglesia. Por eso, la recepción de este maravilloso Sacramento es necesaria para obtener el perdón de Dios y de la Iglesia.

Este Año Santo nos brinda la oportunidad especial para acercarnos al Sacramento del perdón. Tenemos muchos más sacerdotes al servicio de este Sacramento, con mucho más tiempo disponible para ello tanto en la Catedral de El Burgo de Osma como en el arciprestazgo de Soria; además, en los distintos arciprestazgos, se tendrán celebraciones penitenciales con preparación conjunta y confesión individual. Aceptemos la misericordia que Dios nos ofrece con los brazos abiertos; Él se llena de alegría cuando volvemos al amor y nos da la paz que necesitamos. Recuperemos este Sacramento descubriendo su hermoso sentido y acerquémonos al trono de la misericordia.

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