Durante la campaña no hemos ido con triunfalismos. Tampoco con soflamas de barra de bar. Y mucho menos, con maniqueísmos propios de quienes desde la novedad han querido autoproclamarse mesías de un reino que nos pertenece a todos y no a unos pocos.
Y pasaron las europeas. Tras semanas de precampaña y posterior campaña, pura y dura, llegó el momento de introducir el voto en unas urnas que una vez abiertas hablaron.
Y lo hicieron para certificar, que el Partido Popular gana en votos al resto de formaciones políticas tanto a nivel nacional, como regional y local. Una certificación que refrenda de forma incuestionable las políticas que desde el Gobierno popular se están adoptando para poner las bases de una recuperación que, lenta pero firme, se instala de nuevo en España.
Durante la campaña no hemos ido con triunfalismos. Tampoco con soflamas de barra de bar. Y mucho menos, con maniqueísmos propios de quienes desde la novedad han querido autoproclamarse mesías de un reino que nos pertenece a todos y no a unos pocos.
Sabemos que la abstención ha sido alta. Que mucha gente continua dolida porque algunas medidas también lo han sido, pero en definitiva, seguro que con el paso de los meses, esas heridas se cerrarán, porque en el fondo del corazón, se comprende aunque suene en bajo, que los esfuerzos tendrán sus recompensas en el futuro.
Del éxito del resultado del Partido Popular, son responsables los ciudadanos. A ellos les damos las gracias, a la vez que nos decimos a nosotros mismos, que debemos de continuar escuchándoles, como hasta ahora o más incluso, para no perder su confianza.