OPINIóN
Actualizado 13/01/2015 12:31:09

Creo honestamente que veinte años son más que suficientes para haber podido llegar a un acuerdo sobre este asunto.

Con el año 2015 ha llegado también el adiós a las rentas antiguas en donde comercios y comerciantes sufrirán su aplicación. Son cientos, miles diría yo, los comercios que de norte a sur y de este a oeste de la geografía española se verán afectados por esta medida anunciada hace ya veinte años. Una medida que en muchos casos terminará con el cierre definitivo de la actividad por no poder asumir la nueva renta, y que en otros muchos abrirá un nuevo horizonte con la misma actividad pero en un local seguramente no tan bien posicionado, pero sí con una renta más asequible para el empresario.

Me decía el otro día un señor, bastante beligerante por cierto, (y afectado en su ciudad por este cambio, por qué no decirlo) que qué vergüenza por parte del Gobierno haber adoptado esta medida en este momento. Yo le escuché, que eso siempre se me ha dado bien, y a pesar de comprender su enfado ?por eso de ponerme en su pellejo, claro? no pude sino decirle que no llevaba razón y que ya estaba bien de culpar aquí al Gobierno de todo, cuando lo que se había hecho es aplicar una moratoria fijada en la Ley de arrendamientos del año 1994.

Que es una putada bien gorda no lo puedo negar, le dije. Pero habrá que entender también, y en eso convendremos todos, a los dueños de unos locales, que en muchos casos estaban pagando más de contribución que de lo que su inquilino le ingresaba religiosamente cada mes. Además, creo honestamente, que veinte años son más que suficientes para haber podido llegar a un acuerdo sobre este asunto; un asunto, que a muchos les ha terminado por reventar en la cara por unos tira y afloja, que al final han beneficiado durante cuatro lustros al arrendatario, y a partir de ahora al arrendador.

Otro debate es ya, el hecho de que una empresa fuerte hubiera dado un cheque en blanco por determinados locales estratégicos en las grandes capitales; hecho éste, en el que aún sumando la posibilidad de que no haya habido nunca intención alguna de entendimiento entre el arrendador y su arrendatario, no puede sino considerarse como lícito, aunque no ético.

No voy a negar el drama que supone cuando se apaga para siempre la luz de un escaparate de un comercio tenga uno, veinte, o un siglo de historia. Lo llevo en la sangre. Pero en el fondo, esto es así. Unas veces se gana, y otras aunque no nos guste, se pierde.

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