Junto a las llamadas que Dios hace nos encontramos con otras que son las del mundo frívolo, que nos van metiendo en la inconsciencia, en el placer pasajero sin límites morales, que prometen momentos de felicidad efímeros y que ponen esta vida como el muro donde todo se termina.
En muchas ocasiones, la Palabra de Dios nos habla de algo fundamental en la vida cristiana: la llamada de Dios en medio de las demás llamadas del mundo. Dios ha llamado siempre al ser humano a una vida más humana, más religiosa; recordemos casos que recoge la Escritura como el pequeño Samuel, los apóstoles, el joven rico, Zaqueo, Mateo o María Magdalena, por citar algunos pocos. Sí, el Evangelio está plagado de llamadas por parte de Cristo a personas concretas y éstas dan una respuesta dependiendo de su propia situación: unos, positiva; otros, negativa; otros, tibia.
No olvidemos que el Señor sigue llamando igualmente hoy en nuestro S. XXI a personas concretas. Llama a la fe, a que vivamos realmente nuestra vida interpretada e interpelada desde el Evangelio; llama a dar verdadera importancia a Dios en nuestra vida; llama a vivir su estilo de vida en el que Dios y los demás sean realmente lo más importante de nuestro vivir; llama a que comuniquemos nuestra fe a los demás como buena noticia. El Señor llama a que cada uno se sienta responsable de responder a la vocación a la que es llamado: a ser buen esposo/a, a ser buen padre o buena madre, a ser un laico comprometido, a intentar lograr hacer un mundo más humano y más cristiano tratando de que Él esté presente en la familia, en la vida de los negocios y en el mundo de la política; buscando el bien integral de la persona, respetando los valores y derechos fundamentales, defendiendo a los más débiles, pobres y marginados de nuestra sociedad. Además, algunos sienten que Dios les llama a entregar su vida radicalmente al servicio del Evangelio en una especial consagración (vida sacerdotal, misionera, religioso/a de clausura o de vida activa) valorándole únicamente a Él como lo más importante de la existencia.
Pero junto a estas llamadas que Dios hace nos encontramos con otras llamadas: son las llamadas del mundo a la frivolidad que nos van metiendo en un mundo de inconsciencia, de placer pasajero sin límites morales, que nos prometen momentos de felicidad efímeros, que ponen esta vida como el muro donde todo se termina y predican que sólo siguiendo dichas llamadas se puede ser feliz. Llamadas a la felicidad basada en tener más y más. Llamadas a una vida cómoda y de placer sin barreras. Son las llamadas del carpe diem sin moral ni reglas. Son las llamadas del prestigio social, el poder, de la apariencia. Bien sabemos que es mucho más fácil responder y dejarse llevar por las llamadas del mundo; sin embargo, también sabemos que, al final, nos convierten en seres vacíos, sin sentido de la vida, de corazón hueco y sin perspectiva ni rumbo. Sí, tenemos que ser conscientes de esta realidad y no dejarnos manipular por lo fácil, lo cómodo, lo que hace todo el mundo siendo personas responsables de su vida y de su destino que no se dejan manipular.
Hermanos, hemos de saber distinguir la llamada de Dios en medio de tantas falsas llamadas para elegir libre y responsablemente el estilo de vida que nos llena como personas y como cristianos, el estilo de vida del Evangelio. Hemos de ser capaces, como creyentes, de hacer un discernimiento real en nuestra vida para poder crecer como personas y como cristianos. Pregúntate, querido lector, ¿has probado a ser un buen padre o una buena madre de familia, un buen esposo o una buena esposa desde Dios? ¿Has probado a pensar qué puedes aportar para que hacer de éste un mundo mejor y más humano? ¿Has pensado alguna vez en cuál es el camino por el que Dios te está llamando y en qué medida le estás respondiendo? ¿Te has parado alguna vez a pensar si el Señor no estará llamándote a una vida más radical de entrega a Él y a los hermanos en exclusividad? ¡Hazlo! Prueba a responder a lo que descubras que Dios te pide y verás abrirse ante ti el camino de la auténtica felicidad.