En ASAJA advierten que esta regulación no contribuye a la competitividad de las explotaciones.
A raíz de la conocida como 'crisis de los pepinos', del año 2011, las Administraciones tomaron la firme decisión de regular el uso de plaguicidas de uso fitosanitario y la trazabilidad, para equipararlo a niveles parecidos de exigencia de los medicamentos y de los productos veterinarios. Por ese motivo, han ido creando un complejo desarrollo normativo que, por supuesto, afecta a los profesionales del campo soriano.
Esta regulación -que se traduce en aspectos como el registro de todos los tratamientos en un nuevo libro, complejo y laborioso, la obligación de utilizar recetas para algunos tipos de tratamientos y cultivos, el establecimiento del sistema de gestión integrada de plagas o la implantación de un muy definido sistema de eslabones de responsabilidad para todos los que manipulan, operan, usan o comercializan productos fitosanitarios- ha llevado, según ASAJA Soria "a la más demencial campaña de formación en todos sus niveles". Un hartazgo por el que fuentes de la organización agraria (OPA) "tiene a los agricultores literalmente hasta el 'pepino' ". Y lo peor, dicen, "es que estamos solamente empezando con la implantación de esta nueva regulación".
Todos estos requisitos y otros que recoge la normativa suman a agricultores y operadores mayores exigencias de cumplimiento de registro, exigencias incluso tributarias, de control, de almacenaje, administrativas, etcétera, que ASAJA no niega que puedan servir para garantizar a la sociedad en su conjunto un uso más sostenible de este tipo de productos. Sin embargo, todos estos requisitos, en opinión de ASAJA Soria, "lo único que hacen a la larga es lastrar la competitividad de las explotaciones al incrementar gastos sin conllevar mejoras de rentabilidad y para colmo el mercado interior no está protegido de la llegada de productos extracomunitarios con muchas menores exigencias en materia de fitosanitarios".
ASAJA invita a las Administraciones a reflexionar sobre el cúmulo de cuestiones que están llegando al punto de saturación total para el campo, que no aportan mejoras directas sobre la competitividad y que ponen en peligro la buena salud de las actividades agroganaderas.