OPINIóN
Actualizado 09/03/2015 12:49:52

Frente a los chamanes que vendieron su alma al interés del hormigón y a otros que deberán de explicar algún día, el resultado ha sido completamente distinto.

Frente a los chamanes que vendieron su alma al interés del hormigón y a otros que deberán de explicar algún día, el resultado ha sido completamente distinto.

Las obras del megaparking de Mariano Granados le han asestado una puñalada mortal al comercio de Soria. Muchos pensaron que no, que esta macro obra? con la que el alcalde socialista nos ha hecho comulgar? iba más bien a revitalizar el centro de Soria y por añadidura a su comercio. Pero se equivocaban y se continúan equivocando. Frente a los chamanes que vendieron su alma al interés del hormigón y a otros que deberán de explicar algún día, el resultado ha sido completamente distinto.

Como no quisiera ser injusto, diré que la crisis que ha atravesado España y sus coletazos aún hoy presentes, tampoco han ayudado a un comercio que ha padecido y continúa hoy padeciendo sus duras consecuencias. Pero no es menos cierto, que la división de Soria en dos mitades y la peatonalización del centro, han hecho el resto.

Auque a algunos les sorprenda, y contra esos chamanes que hicieron oídos sordos a los llantos de agonía del comercio soriano, soy de los que sigue pensando que el tráfico rodado por el antiguo monumento al general Yagüe, le daba vida al centro y por tanto al comercio. Lo podré decir más alto pero no más claro.

En una ciudad pequeña como la nuestra, el simple paso de vehículos por el centro, e incluso la parada que todos hacíamos una u otra vez para recoger a alguien en el BBVA ?con la mirada puesta en que no vinieran los policías locales ?rompían la monotonía presente ahora y que lejos de apoyar al comercio, provoca el efecto contrario.

El resto es ya conocido. Todo lo que ha girado en torno al proyecto estrella del alcalde socialista ha terminado por estrellar todo lo demás y todo lo de los demás. Conductores cabreados por tener que dar mil vueltas sufriendo además los adoquines que parecen haber sido perfilados a mala leche, las rotondas infumables o los resaltes con los que el alcalde Carlos Martínez ha sembrado la ciudad, verdaderamente han provocado parafraseando a Alfonso XIII en 1931, que esta ciudad se acostara apacible y se levantara insufrible.

El comercio dice mucho de las ciudades que lo albergan, pero aquí, cómo no, han preferido darle la espalda en beneficio de otros fines desde luego más prosaicos. Al impasible alcalde que nos gobierna, más le valía velar frente al sangrado comercial, que hacer el indio por tierras argentinas, que desde luego, no van a venir a salvarnos.

Otra cosa es, claro, pedirle peras al olmo.
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