Portada de 'Vestido de novia'


OPINIóN
Actualizado 19/03/2015 00:24:33
Clasificar la novela de Lemaitre cono novela negra en muchos momentos que me resulta difícil, incluso extraño, aunque según van pasando los meses después de su lectura hay sensaciones tan contrapuestas que bien pudiera ser así como todo lo contrario

Cuando en mayo del pasado año apareció Nos vemos allá arriba, la primera novela de Pierre Lemaitre publicada en España, muchos lectores acudimos a ella más por tratarse de una novela sobre la Primera Guerra Mundial que por estar avalada por el Premio Goncourt. Éramos conscientes del vacío existente de lecturas sobre ese periodo, sobre todo si nos atrevíamos a compararlas con las de la Segunda Guerra Mundial. Aunque, todo hay que decirlo, según fue avanzando el año fuimos descubriendo que teníamos en mente muchas más lecturas de las que recordábamos: Sin novedad en en frente, El buen soldado Svejk, Los cuatro jinetes del Apocalipsis...

Su lectura no solo nos mostró un narrador sobresaliente que lograba hacer presente la Gran Guerra a través de sus consecuencias, sino un escritor que conseguía construir una gran historia y hacerla accesible a los lectores. A medida que avanzaba la lectura el lector era consciente de formar parte de algo más que una simple y sencilla novela de entretenimiento, estaba dentro de una historia descomunal y lograba, con notable facilidad, no perder detalle.

No fue extraño que, con estos antecedentes, cuando Lemaitre publicara, apenas cinco meses después, su segunda novela en nuestro país, muchos acudiéramos tras la estela del gran escritor que había demostrado que era.

En principio llamaba mucho la atención, sobre todo para los que desconocíamos su trayectoria literaria en Francia, su país, que ahora se nos presentase una novela negra, una narración que no tenía nada que ver con su anterior trabajo. Poco a poco aparecieron entrevistas, artículos en los que nos mostraban a un Pierre Lemaitre al que le caracterizaban las novelas inmersas en este género literario. Incluso, para satisfacción de algunos entre los que me encuentro, demostraba su disgusto cuando se le nombraba (la ignorancia aporta este tipo de atrevimientos) como el "Steig Larsson" francés.

Y es que Vestido de novia nada tiene que ver con las novelas del escritor sueco. Ni sus personajes, ni su trama, ni su lenguaje, ni siquiera el tamaño de sus libros, nada permite señalar parecido alguno entre ambos escritores. Incluso me atrevería a decir, seguro que hay quien me tache a mí también de osado, que forman parte de géneros distintos, por muy difícil que sea separar aspectos que puedan tener en común.

Clasificar la novela de Lemaitre cono novela negra en muchos momentos que me resulta difícil, incluso extraño, aunque según van pasando los meses después de su lectura hay sensaciones tan contrapuestas que bien pudiera ser así como todo lo contrario. Lo que sí es una novela de suspense, de tensión contenida, una novela que atrapa como si de una argolla se tratara, que no logras quitártela de la cabeza por mucho que abandones su lectura. Una novela que logra crear en el lector una sensación de angustia que casi te obliga a dejar la lectura tantas veces como no puedes evitar cogerla apenas unos segundos después.

Sí, son muchas y frecuentes las novelas en las que el lector se ve implicado y sometido a los movimientos y acciones de los protagonistas. Pero pocas en las que la implicación resulta angustiosa, inquietante, hasta tal punto que en muchas ocasiones el propio lector se siente descolocado y perdido, como si el mundo que va construyendo dentro de la novela variase a medida que lo hacen las páginas.

Ese es uno de los grandes logros de Lemaitre, sorprender al lector, conseguir en apenas trescientas páginas que se llene de dudas, que se sienta perdido sin abandonar la novela. Todo ello, claro está, con un soberbio dominio de la situación, con un perfecto uso del lenguaje (en nuestro caso mérito de los traductores) y con una puesta en escena tan cinematográfica que es difícil cerrar los ojos y no imaginar todo el escenario que se presenta en cada momento.

Seguir a Sophie en las tres partes en que se divide la novela no resulta fácil, y es ahí donde radica el mérito del escritor, de lograr, al menos durante unos segundos, que el lector pierda el norte y tenga que tomar aire para situarse, para poner los pies en el suelo de la novela y que esta no resulte lineal y previsible. Dudar de quién es la voz que estamos escuchando, qué hay de realidad o inventiva o de parte de quién nos situamos son solo algunas de las opciones que se nos dan, que no es poco.

Blog de César Millán

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