El portal compramostucohes.es repasa las distintas controversias que han ido marcando la actualidad del sector desde su nacimiento.
La industria automovilística vive estos días uno de sus mayores escándalos a raíz de la publicación de los resultados del estudio encargado por el International Council on Clean Transportation, según reseñan en el portal compramostucoche.es. Se confirmaba que Volkswagen había instalado un dispositivo en 11.000.000 de sus vehículos para falsear sus emisiones. Así lo apuntan en el portal compramostucohes.es, donde repasan distintas controversias que han ido marcando la actualidad del sector de la automoción desde su nacimiento.
El software hacía que los controles de contaminación solo se activasen cuando el coche estuviese siendo sometido a pruebas de emisiones, mientras que durante la conducción normal contaminaba de 10 a 40 veces los límites legales. Sin duda, se trata de un engaño de escala planetaria pero antes hubo otros de iguales o mayores dimensiones.
He aquí un repaso
En 1948 el Tucker cautivó al público americano en su presentación gracias a su futurista diseño y sus impresionantes medidas de seguridad. El carismático fundador de la compañía, Preston Tucker, lanzó una campaña de publicidad a lo largo y ancho de los EE.UU. en la que vendió franquicias a minoristas y recaudó miles de dólares en concepto de señal de los compradores que querían ser los primeros en conducir el flamante Tucker. Sin embargo, nada era lo que parecía y la compañía se encontraba en bancarrota desde el inicio. Los fondos reunidos solo sirvieron para mantenerla a flote unos cuantos meses más. El gobierno se vio finalmente forzado a intervenir y Tucker y el Consejo de dirección fueron acusados de fraude.
Casi tres años fue el tiempo que Chevrolet y las autoridades competentes estadounidenses consiguieron mantener en secreto un defecto de fabricación que provocaba un mortal fallo en cadena en los motores de sus coches. Al parecer, a alta velocidad, los motores se desplazaban causando una aceleración descontrolada y se alteraba el control de la transmisión de forma que era imposible detener el vehículo. Finalmente, Chevrolet tuvo que admitir el fallo en 1971 y anunciar la retirada de 6,5 millones de vehículos para arreglarlo.
Ford sacó al mercado en 1971 el Pinto, un modelo destinado a competir con los baratos coches de importación que tan dura competencia representaban. El vehículo fue inicialmente un gran éxito, vendiendo 328.275 unidades en su primer año. Sin embargo, el Pinto tenía un fallo que podía ser mortal. En el caso de una colisión trasera, el tubo alimentador de combustible podía separarse y perforar el depósito, haciendo que el combustible entrase en el habitáculo y se incendiase. Según pudo conocerse, Ford estaba al corriente de este problema pero decidió no solucionarlo porque, según sus estimaciones, su coste ( entre 1 USD y 11 USD por vehículo) era inferior a los costes legales derivados de las potenciales denuncias por daños. Finalmente, 900 personas perdieron la vida como consecuencia de este fallo y Ford acabó pagando cientos de millones de dólares en indemnizaciones, mucho más de lo que había calculado.
Al parecer, el gigante americano no aprendió de sus errores y siguió con la misma estrategia de negación respecto a otro grave problema que, en este caso, afectaba a la transmisión. Los coches automáticos producidos entre 1966 y 1980 tenían un defecto que podía hacer que la palanca se desplazase por sí sola de la posición de estacionamiento a la de marcha atrás. Este fallo fue responsable de 777 accidentes, con 259 heridos y 23 muertos. Finalmente, la compañía evitó la bancarrota que habría supuesto el pago de las pertinentes indemnizaciones gracias al apoyo de la administración Reagan. El asunto se resolvió con el envío de 23 millones de pegatinas cuyo objetivo era recordar a los conductores que debían poner el freno de aparcamiento antes de apagar el coche.
A finales de los años 80 Audi trataba de posicionarse como un referente en los vehículos de lujo en EE. UU. con el Audi 5000, un sedán deportivo de atractivas líneas. Sin embargo, sus planes se vieron truncados por un reportaje del programa de la CBS, 60 Minutos, en el que se entrevistaba a propietarios del Audi 5000 que afirmaban que el vehículo aceleraba de forma inesperada e involuntaria. Para probar estos testimonios, el equipo del programa hizo un experimento en el que el coche se desplazaba sin estar conducido por nadie. Lo que no se contó es que el coche estaba modificado y se movía por medio de un compresor de aire. De poco sirvieron las quejas de la compañía alemana que tardó casi 20 años en recuperar sus cifras de venta.
En 1990 el Explorer de Ford salía al mercado y se convertía en uno de los SUV más vendidos de la década. Cuando las autoridades les exigieron responsabilidades por más de 100 muertes como consecuencia del estallido de los neumáticos del Explorer, las compañías se echaron la culpa mutuamente y acabaron llevándose a los tribunales sin que llegara a esclarecerse quién debía responder por el defecto.
En 2012 y tras varios años negando los casos de aceleración inintencionada en varios modelos Toyota y Lexus, la compañía nipona se vio obligada a pagar una multa de 1.200 millones de dólares al gobierno estadounidense. De esta forma, con la sanción más alta jamás impuesta a una compañía automovilística, Toyota evitó ser llevada a juicio. Posteriormente se sabría que la compañía poseía documentos en los que se daba cuenta de un defecto en el pedal, responsable de esta aceleración.
Quizá este sea el escándalo de mayores dimensiones, puesto que alcanzó a 10 de los mayores fabricantes de automóviles del mundo y a alrededor de 17 millones de coches. Entre 2000 y 2008 el proveedor japonés fabricó airbags que se deterioraban con la humedad y se desplegaban con una fuerza excesiva. El dispositivo podía llegar a causar heridas mortales al lanzar al interior del vehículo trozos de metal y sustancias químicas. Se acusó a Takata y a Honda de ser conocedoras del asunto, razón por la cual fueron multadas por el gobierno estadounidense. Aunque los fabricantes afectados han estado trabajando para solucionar este grave problema, se estima que unos 30 millones de coches podrían estar circulando con airbags defectuosos y potencialmente mortales.
Aunque este escándalo estalló en 2013 dando la bienvenida a Mary Barra a la dirección ejecutiva de la compañía, ya se conocía desde 2004. Fallos en el tambor de encendido de estos modelos afectaban al circuito eléctrico y podían llegar a desactivar sistemas de seguridad como el airbag o el ABS o incluso llegar a apagar el vehículo cuando circulaba a gran velocidad. Tras nueve años y 13 muertes, General Motors decidió retirar 2,6 millones de vehículos.
Un dúo de expertos americanos, Charlie Miller y Chris Valasek, han conseguido hackear modelos de estas marcas, concretamente un Ford Escape, un Toyota Prius y, más recientemente un Jeep Cherokee. Consiguieron hacerse con el control de navegación de los coches simplemente conectando su ordenador al cableado y usando un programa pirata desarrollado por ellos mismos. Llegaron a controlar el encendido, a cambiar las agujas de velocidad y el combustible, a encender y apagar las luces e incluso lograron frenar y acelerar el vehículo a su antojo.