OPINIóN
Actualizado 07/11/2015 22:44:46

El mundo no puede ser por más tiempo el lugar en que Dios es silenciado, ignorado y el gran desconocido.

En la Delegación Episcopal de Laicos nos hemos propuesto para el presente curso centrar nuestra atención y nuestro trabajo en el laico de a pie, es decir, en todos aquellos que estáis viviendo la fe en las parroquias y no pertenecéis a ninguna nueva realidad eclesial ni movimiento que os acompañe en el cultivo más específico de vuestra fe. Ciertamente que no se excluye a nadie pero, de manera especial, nos dirigimos a los laicos de nuestras parroquias que tienen ganas de encontrar un camino para ser verdaderamente discípulos misioneros.

Nos mueve, en este proyecto, el meditar dos textos del Evangelio en los que queda reflejado hacia donde debe ir orientada nuestra tarea: "Instituyó Doce para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar" (Mc 3, 14), "id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 19-20). Y partimos de algunos convencimientos fundamentados en el Evangelio y en la realidad del mundo en el que estamos viviendo: el Evangelio no es un ideal ni tampoco una utopía sino que es algo que podemos y debemos vivir; el mundo no puede ser por más tiempo el lugar en que Dios es silenciado, ignorado y el gran desconocido; cada uno de nosotros somos responsables de comunicar a los demás lo que nosotros hemos descubierto: tenemos el deber de dar a conocer a Jesucristo para que los demás se encuentren con Él, le conozcan, le amen, y se salven; necesitamos volver a la Palabra de Dios pues en ella encontraremos la fuente para ser buenos discípulos de Jesús y el camino para anunciarle a los demás.

Queridos hermanos: nuestra tarea y ministerio en el mundo son necesarios; el mundo nos necesita para conocer a Cristo. Cristo ha dejado tan sublime misión en nuestras manos. Sin nuestra palabra y nuestro testimonio, que susciten la fe en el mundo, éste seguirá sintiéndose vacío y siendo incrédulo. ¡Tantos han prescindido de Dios! Pero tenemos que ayudarles a no hacerlo porque necesitan de Él. Dios ama a cada uno a pesar de nuestros pecados y es capaz de perdonarnos, acercarse a nosotros, interesarse por nosotros: ¡esto tenemos que anunciarlo! Él no es indiferente a nada de lo nuestro. Pero para que todo esto lo entienda y viva el mundo se precisa, de manera absolutamente necesaria, la aportación de los laicos porque "la nueva evangelización o se hace por los laicos o no se hará" (CLIN nº 148).

¿Qué objetivos pretendemos conseguir? Partiendo del mandato de Cristo y de la situación actual del mundo queremos, como auténticos laicos, ayudaros a asumir el anuncio de Cristo para que los hombres y mujeres de nuestro mundo crean. Para lograrlo son absolutamente necesarios dos empeños personales: por un lado, la vivencia personal de la fe de una forma mucho más auténtica y exigente, siendo nosotros verdaderos discípulos y seguidores de Cristo; por otro, ser portadores del mensaje de Cristo al corazón del mundo sin complejos.

Para ello, queremos vivir y recorrer un camino en dos etapas. La primera pondrá el acento en ser verdaderos discípulos de Cristo, descubriendo a Jesucristo, encontrándonos con Él y siguiéndole. Para ello necesitamos unos medios a poner en práctica personalmente en nuestra vida: la oración personal y de grupo; la celebración de la fe en la Eucaristía y por medio del Sacramento de la misericordia; la reflexión sobre la identidad del verdadero discípulo (por medio de un retiro mensual y una reunión cada mes para revisar la marcha así como disfrutar de tandas de ejercicios espirituales).

La segunda etapa pondrá el acento en ser misioneros y portadores del mensaje de Jesucristo y su Buena Noticia al mundo con nuestra palabra y con nuestro testimonio: participando en los grupos para ser discípulos; llevando lo que se vive en los grupos a los ambientes, a la familia, a los amigos; contando nuestra experiencia de lo que hacemos, lo que nos sirve y nos ayuda, cómo nos sentimos; animando a otras personas a participar en lo que tenemos propuesto (oración personal, comunitaria, reunión mensual del grupo, Eucaristía, cena compartida, revisión, etc.); comprometiéndonos cada uno de los participantes a hacer esto mismo especialmente entre los jóvenes, los matrimonios y las familias.

El proyecto 'Discípulos-misioneros' es válido para poder participar en él todos y de todas las edades (jóvenes, adultos, matrimonios, post-confirmados, etc.) Pregunta en tu parroquia y embárcate en esta aventura apasionante de ser discípulo de Cristo y misionero del Señor.

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