Artículo de opinión de Carlos Lafuente
A veces me hastío de querer encontrar en las cosas cotidianas algún fallo que me de pie para contarlo aquí. A veces ese ansia de excelencia consigue que no seamos todo lo felices que deberíamos ser.
En el día a día de mi vida me encuentro con los servicios que nuestra sociedad se ha dado con los impuestos de nuestros padres y los nuestros propios. Y la verdad es que da gusto ver nuestro sistema de educación, con los esfuerzos educativos que hacen sus responsables; muchas veces a pesar de los padres.
Nadie va por gusto a usar el sistema público de salud, pero cuántos países estarían encantados de tener el nuestro. Por la pericia de sus profesionales (que enlaza con nuestro sistema educativo), por la calidad de nuestros centro de salud y por las prestaciones conseguidas durante muchos años. Por ello, uno sale con la sensación de haber usado algo propio y muy valioso.
Me enorgullezco de los militares de este país. Unos profesionales de tomo y lomo. Políglotas, preparados, educados, concienciados y dispuestos a dar su vida por nuestra democracia y nuestros valores, entre los que se encuentra la solidaridad internacional. Un ejército que antaño era vomitivo, y hoy entre los más modernos del mundo y con vocación de servicio a la sociedad, como la Unida Militar de Emergencias (UME).
Asó podría seguir, pero como muestra vale un botón. Y también hay que decir que todo es mejorable. Que si efectuamos comparaciones de unas regiones con otras o de unas provincias con otras, encontramos disfunciones. Malas gestiones y políticas partidarias.
Lo malo de todo esto es que los partidos, son incansables a la hora de ponerse medallas cuando de inaugurar se trata, y claro, aquí les presto una frase de Charlotte Morrow: "Si un partido político se atribuye el mérito de la lluvia, no debe extrañarse de que sus adversarios lo hagan culpable de la sequía". Exijamos lo necesario, seamos solidarios, vigilantes con los políticos y agradecidos con nuestra sociedad ¿o no?