El lector, Luis Alberto Romero Hernández, denuncia la situación personal que vivió con su padre.
El pasado 13 de febrero fue operado mi padre de cataratas en un ojo. El 21 de febrero estaba citado a las 11:30 h., para una revisión con la oftalmóloga. Yo hacía de acompañante, pues ya tiene 83 años y su estado de salud aconseja que sus hijos estemos, lógicamente, al tanto de estas citas. Entregué el documento con la cita a la enfermera a las 11:15 h. de ese mismo día. La sala de espera estaba abarrotada, y los pacientes eran llamados "por riguroso orden de lista". A las 15:00 h., tres horas y media después de la hora de la cita, oímos, casi por casualidad, el nombre de mi padre, proveniente de otra sala de oftalmología, más alejada. Al parecer, otro oftalmólogo terminó la lista de sus pacientes y comenzó a llamar a los de la doctora de mi padre, ya "fuera de su horario y de sus obligaciones laborales". Pues bien, tras tres horas y media, la consulta que le tocaba realizar a mi padre, a la semana de su operación, era una simple toma de la tensión ocular, que duró un minuto, y fue atendido aun con prisas.
Ante lo sucedido, decidimos poner, al menos, una queja en Atención al Paciente, en la Residencia de la Seguridad Social, pues consideramos que es inaceptable que un paciente de 83 años, recién operado de cataratas, que ha de estar acompañado por un familiar dado su estado de salud, tenga que esperar (tengamos que esperar ambos) tres horas y media, para al final ser atendido por otro doctor que no es el suyo, con una actuación que dura un minuto.
Me da lo mismo que no haya suficientes plazas; que se creen. Me da lo mismo que haya doctores con muchos pacientes y otros casi con ninguno; que se reestructuren. Me da lo mismo que ciertos doctores tengan que asumir pacientes de otros listados y de urgencias; que se busquen los refuerzos pertinentes. Me da lo mismo que "ciertos profesionales de la salud no quieran venir a Soria"; que se promocione y se organice debidamente un servicio, público, que ha de darse por ley, por obligación y por derecho.
Esperamos que se tomen las medidas oportunas, en todos los ámbitos que sean necesarios, para evitar la repetición de situaciones como éstas, que afectan enormemente a la vida personal y laboral de pacientes y acompañantes. ¿Cómo se valora todo el tiempo perdido en estas esperas irracionales? El tiempo de pacientes y acompañantes es, al menos, tan valioso como el de los profesionales sanitarios que ejercen su trabajo.
La situación actual responde a una dinámica, al parecer asumida por todos, que no se puede seguir aceptando con resignación, sino que ha de ser denunciada y corregida, por el bien de los pacientes, de los profesionales sanitarios y de la sociedad en general.