Siempre he considerado lo fácil que es asumir la victoria, y tendemos a acordarnos de los derrotados y sus difíciles circunstancias y lo efímero de su memoria.
Pero al observar a verdaderos vencedores de la vida pública se me ocurre lo difícil que debe ser asumir el éxito y mantenerse. Uno llega a él porque es un líder, porque se ha encontrado la manera de llegar a la gente y logras esa empatía necesaria, consigues que la gente se identifique con tu mensaje.
Pero veo que pocos están preparados para mantener ese ritmo de éxito, esa vocación de conseguir el bienestar común, incluso una vez que ya no esté el mismo.
Para eso hay que saberse rodear de los mejores, buscar equipos preparados con opinión, gente crítica, asumir las opiniones de nuestros "pepitos grillo".
Pero, claro, es más fácil tener a nuestro alrededor a una pléyade de personajes y personajillos que sean nuestros palmeros. Que nos rían las gracias, aplaudan nuestras ocurrencias y sepan decir amén. De ahí a convertirse en estómagos agradecidos, es un paso.
Deberíamos valorar, a la hora de votar, no solo a los candidatos, sino a sus equipos, su valía y lo que son capaces de aportar a la sociedad con su experiencia (para eso hace falta tenerla, claro).
Y es que va haciendo falta un crematorio político. Para los que no tienen donde caerse muertos, ¿o no?