El granadino corta dos orejas al cuarto mientras que Manzanares y Ginés Marín se llevan un apéndice cada uno. Toros de El Pilar y El Capea en una tarde soleada y con lleno hasta la bandera en el coso de San Benito.
Tarde soleada este Domingo de Calderas en la plaza de toros de San Benito en la capital soriana, con lleno hasta la bandera para un cartel compuesto por David Fandila ‘El Fandi’, José María Manzanares y Ginés Marín. Toros de El Pilar y de El Capea, con poco fuelle.
Desigual suerte para el diestro que abría plaza, con un primero al que recibía con una larga cambiada de rodillas, y al que en el primer tercio le recetaba unas verónicas ceñidas antes de que el morlaco, ‘Dudanoches’ –que había salido mugiendo de corrales-, recibía un puyazo corto, sin emplearse. En banderillas, el de El Pilar dejaba hacer al granadino, que, como es habitual, hacía las delicias del respetable en un alarde de poderío físico. Sin embargo, el toro salía malparado de los tres pares, cojeando en una de sus manos, -la derecha- lo cual imposibilitó dar continuidad a la faena. Una estocada un tanto baja y el obligado descabello finaban la historia del primero del lote (palmas).
En su segundo, más cuajado en kilos -497- ‘El Fandi’ lograba hacer una faena a su medida, con dos largas nuevamente con la rodilla en tierra que hacían subir el ánimo al público. En el peto, la presidencia consideró que debía cambiarse el tercio cuando la vara todavía estaba haciendo su labor, sin que ‘Sardinero’ quisiese saber mucho del empuje. Así las cosas el granadino salía a darlo todo con tres pares de gran poder, retrocediendo marcha atrás en la cara del astado y también con la habitual suerte del violín, que aprovechaba en una de las ocasiones para clavar un garapullo de los tres que empuñaba, y sin soltar el gas, volver a la cara del toro para colocar el par restante con la factura propia. Tras brindar nuevamente a la concurrencia, ‘El Fandi’ volvía a hincar sus rodillas trapo en mano para recibir a su enemigo en una tanda de redondos con gran arrojo, sumando, más si cabe, el número de incondicionales. Continuó ya en los medios con una faena aseada y digna en las afueras, que concluía con una estocada, algo baja, pero efectiva. Tras rodar el morlaco, multitud de pañuelos insistentes requerían no uno, sino los dos apéndices, que fueron concedidos. Generoso el segundo por cierto a tenor de cómo se desarrollarían los acontecimientos en la terna.
Muy voluntarioso estuvo Manzanares en su primero, al que toreaba de percal con gusto pese a que el animal pisaba el albero soriano con poca claridad. El cuatreño no se empleó en el caballo, como ya lo veía venir el alincantino –“¡Nada, eh!”, le espetaba al varilarguero antes de que el toro entrase al caballo-. Y como no le gustase en exceso, el matador decidió dejar la montera en la tronera bajo presidencia y muleta en mano fue consiguiendo, de menos a más, naturales de bella factura, ahormando la embestida y bajando la mano por ambos lados, mientras su enemigo lograba acoplarse en cada lance. Para cerrar, un espadazo recibiendo y en todo lo alto llevaba a conseguir una oreja, aunque quizá, y dado el balance final y en justicia, la faena habría merecido más reconocimiento.
En su segundo, Manzanares poco pudo hacer. ‘Holandero’ de El Pilar, se pegaba una espectacular costalada tras atascar sus pitones en la arena recién regada. Postrera y espectacular voltereta con mermas en las esperanzas de futuro. Sin fuerzas ya el animal, llegó como pudo al último tercio donde era pasaportado por el diestro con un volapié en donde también hundía el acero en su sitio. (Ovación y saludos desde el tercio).
Ginés Marín, -desmonterado como manda el reglamento- hacía su primer paseíllo en Soria tras haber cuajado una gran feria en San Isidro y en sustitución en Roca Rey, convaleciente aún de una cornada en Badajoz hace poco más de una semana. El jerezano mostraba sus indiscutibles maneras en su primero en los saludos capoteros. Después, en varas, ‘Sacristán’ (El Capea), recibía un buen puyazo tras estamparse contra el peto y doblar las manos, algo que por otro lado no hizo deslucir las intenciones de muleta, con estatuarios saludando al tendido y naturales acompasados, sobre todo en la derecha. Estocada y dos descabellos hacían sonar palmas.
En el cierre de plaza, el joven andaluz no quería salir del coso sin tocar pelo. ‘Portilloso’ apuntaba maneras tras el compás de capote. Una codiciosa y buena entrada al caballo daban fe de que el animal podría demostrar bravura en el último tercio. Un suspiro. Poco a poco los andares se fueron apagando pese a la insistencia de Ginés, que veía como los dos pitones punteaban en oleadas la muleta, cara el alto, sin transmitir a los tendidos y bajando el fuelle. Aún así la tenacidad del joven maestro se veía recompensada con una oreja tras una estocada, -tendida- que hacía rodar al animal sin mayores contemplaciones.
Tarde de trofeos para el trío, pocas fuerzas en el ganado, con pareceres indecisos en la presidencia que alargaron, con más de una bronca del aforo hacia el palco de la autoridad, la cual ha dilataba, sin necesidad, la concesión -y la negación- de trofeos de manera más allá de lo justificable en la balanza.