Socióloga, trabajadora social e investigadora. Ocho años en la UVa, en los que ésta apasionada de América Latina y defensora de los movimientos estudiantiles pule un método: la enseñanza socioafectiva.
P: Septiembre. Suena de nuevo el timbre en el Campus universitario de Soria. ¿Preparada?
R: Las asignaturas que tengo me encantan. Siempre es ilusionante. Me motiva. Todo es arrancar y ya está.
P: ¿Tarea sencilla la de vivir entre la pizarra y los pupitres?
R: No es sencillo, pero a mí me encanta. Cuando algo te gusta, no hay nada imposible. Lo vivo con ilusión. Es difícil hacerlo bien, pero trabajando se persigue precisamente eso.
P: ¿Quién es Carolina Hamodi?
R: Una persona muy activa, muy proactiva. Me gusta hacer muchísimas cosas: el deporte, viajar... En mi vida trato de compaginar todo eso. Me iré de estancia a Chile a realizar un proyecto interesante. En ese sur también estuve seis meses de estancia doctoral. Tengo una beca para asistir a un congreso en Uruguay. Trato de compatibilizarlo todo y acomodarlo a mi forma de ser.
P: Socióloga. ¿El mundo es un disparate? ¿Se ha vuelto loca la sociedad en pleno siglo XXI?
R: Vivimos en una sociedad cambiante, a una velocidad estrepitosa. Por ejemplo, respecto a la tecnología y a los movimientos sociales. En otras épocas también hablamos de cambios sociales. Hace 100 años, supongo que la gente también diría: ¿Nos estamos volviendo todos locos? No hay que ser tan dramáticos. La sociedad, en algunos aspectos, es cíclica y se repiten los patrones estructurales. Después, hay otras innovaciones que llegan. No soy fatalista; soy muy positiva.
P: ¿La era Internet ha dañado las relaciones humanas?
R: No hay nada que sea blanco o negro. Es más bien una situación gris. Trabajo con un grupo de investigación en Colombia y puedo hacerlo gracias a que tenemos WhatsApp. Realizamos las reuniones por vídeo-conferencia. La tecnología en sí no es ni buena ni mala, sino cómo se utiliza y para qué se utiliza.
P: Diversidad, cultura, respeto o integración. ¿Conceptos cercanos o alejados de España?
R: Parte de mis relaciones personales y profesionales, fuera del país, están en América Latina. Estoy enamorada de esa región. Culturalmente, es diferente. A veces no nos entendemos ni aun utilizando el mismo idioma. En España, soy la profesora de educación intercultural. Hay que trabajarlo: el racismo y la xenofobia se curan viajando. Muchos de los problemas mundiales se solucionarían si la gente viajase, y no precisamente a hacer turismo. A viajar.
P: Educativamente, ¿Quiénes somos?, ¿de dónde venimos? y ¿hacia dónde vamos?
R: Empiezo al revés. Venimos de una herencia histórica rígida, que incluso la propia sociedad tiene todavía estructuras que no se adaptan al tiempo en el que vivimos hoy. Actualmente, convivimos con sistemas educativos, sistemas políticos o sistemas culturales que no van acorde con el presente. Constantemente, ahora, estamos cambiando cosas. Por ejemplo, nos hemos dado cuenta de que las clases magistrales, una herencia del pasado, no funcionan. A día de hoy, convivimos con una vieja estructura. Necesitamos una nueva. No sé hacia donde vamos, pero deberíamos ir a construir estructuras acordes a nuestro tiempo. Construir una institución que forme a personas creativas, por ejemplo.
P: ¿Qué entiende por el concepto transmitir?
R: Una clase magistral en la que los estudiantes escupan lo que han memorizado en un examen no desarrolla competencias. No necesito tanto el concepto ‘de memoria’. El segundo punto de partida, la evaluación, que condiciona qué y cómo aprenden los estudiantes. Pongo el foco ahí. No es solo hacer un examen, mis exámenes son atípicos. Mi metodología se basa en abarcar un poco de clase magistral y dar el protagonismo del aprendizaje a los estudiantes. Todo eso confluye en mi forma de dar clase.
P: Y, ¿funciona el ‘método Hamodi’?
R: Al final, aprenden por su propia cuenta. Así es como se desarrolla el aprendizaje profundo. No obstante, siempre se ha de explicar algo. Explico, pero luego desarrollo dinámicas vivenciales que les llevan a producir conclusiones en su cerebro.
P: ¿Qué logran esas conclusiones propias del alumno?
R: Se produce un aprendizaje más significativo, cosas que no se les olvidan nunca. Un método socioafectivo, que produce emociones. Cuando el cerebro se emociona, aprende. Si te aburren, no lo vas a aprender. El objetivo es ese: producir emociones. Es muy difícil, pero estoy trabajando en ello.
P: En julio, ‘Premio a la innovación de la enseñanza para jóvenes docentes e investigadores’. Todo suyo.
R: No lo esperaba, la verdad. Era una competencia a nivel internacional. Fue súper gratificante porque es un reconocimiento a mi trabajo. Lo mejor vino después, cuando mis estudiantes me dijeron que yo merecía ese premio. Significa que ellos valoran mi trabajo. Yo trabajo para ellos.
P: Es coordinadora del libro ‘Formar mediante la evaluación en la universidad’.
R: Es el primer libro. Ahora estamos trabajando en más documentos y tenemos publicados muchísimos artículos científicos en determinadas revistas de prestigio, que muestran el resultado de varias investigaciones que llevamos. Son valiosos.
P: ¿En qué investigaciones está?
R: Mi perfil académico se divide en dos. Un perfil más social porque soy socióloga y trabajadora social y otro perfil más centrado en la educación, pues soy máster en investigación en Ciencias Sociales, con la especialidad en Educación, y doctora en Innovación en Educación. En área social, investigo sobre el género con un grupo de investigación de Colombia. Por el otro lado, trabajo con un grupo muy amplio, que es una red de investigación sobre la evaluación, con el que tenemos proyectos nacionales e internacionales. Esas dos, son mis áreas de investigación.
P: Uno de los términos clave del Plan Bolonia es evaluación.
R: Sobre el papel, el Plan Bolonia me convence. En el papel, sí. De
hecho, la filosofía de crear un sistema comunitario me parece muy buena. Pero se ha quedado sobre el papel porque realmente no hay casi nada unificado. Es muy complejo llevar a cabo todo lo que se propuso. Respecto a la evaluación dice que debe darse de forma continúa y formativa. El 80%, reflejado en investigaciones, no sabe lo que es una evaluación formativa y es posible que ni siquiera estén dispuestos a ejecutarla porque precisa de mucho trabajo. En la práctica está lejos de que se aplique lo que precisan.
P: Defiende que la educación provoca que el ser humano sea libre.
R: En España estamos un poco muertos. Somos menos libres. Una de mis asignaturas es Educación para la Paz y la Igualdad. La paz, realmente, se consigue luchando por los derechos, no quedándonos dormidos ante injusticias. En España estamos súper dormidos en ese aspecto. En la universidad, que debería ser un espacio público y abierto para la revolución, los estudiantes están dormidos. En América Latina veo movimientos estudiantiles y revolucionarios que me apasionan. Los estudiantes consiguen lo que quieren a base de revolución. Para mí, eso es un ejercicio de libertad. La libertad está en esa revolución y ésta te la da la educación en sí. Creo que en cuarto son más revolucionarios que en primero (Soria), por lo tanto sí que creo que la educación es una arma.
P: ‘Aquí trabaja una mujer’ y ‘Ni una menos’. Eso anuncia la puerta de su despacho.
R: Me declaro feminista, obviamente. Creo que todo el mundo debería serlo. Ser feminista es ser igualitario. Luchar por los derechos de un colectivo desfavorecido, que son las mujeres. Todavía, a día de hoy, necesitamos un movimiento feminista que luche por esos derechos. Solo hace falta mirar estadísticas o datos globales: en los salarios, donde por el mismo puesto de trabajo, la mujer percibe menos. Tenemos mucha violencia de género... Es cierto que respecto 100 atrás hemos mejorado. Tenemos una ley contra la violencia de género o una ley de oportunidades de igualdad entre hombres y mujeres. Pero eso no quiere decir que seamos una sociedad igualitaria. Queda camino.
P: ¿Qué mujer le representa?
R: Frida Kahlo. Una mujer luchadora, que apostó por una feminidad diferente. Revolucionaria. Me gustaría tener un poco de eso.