OPINIóN
Actualizado 16/02/2018 11:09:15
Alfredo Vallejo

El artículo de opinión de Alfredo Vallejo.

Saber demasiado, siempre es una amenaza, una zozobra; un mal negocio en definitiva.Hace unos días “aprendí” algo que ya sabía de alguna manera, pero que no había calado en mi alma y así estaba tranquilo y así gozaba de una cómoda buena conciencia.

Vivo en el primer mundo, el progreso nos facilita la existencia hasta extremos inimaginables no hace mucho. Vivimos en la sociedad del bienestar; de un bienestar que a veces raya lo escandaloso.

En un documental descarnado, con datos de primera mano, con datos técnicos contrastados debidamente, pude ver la desdicha infinita de millones de seres humanos para que otros seres humanos (nosotros, el primer mundo) puedan tener un móvil de última generación. O poder librarnos de un cáncer. O tirar comida sin pudor alguno. O poder morirnos de hartos.

Vi la injusticia infinita en que se basa todo “el progreso” de unos pocos. Progreso financiero; exploración del espacio camino hacia una avaricia mayor fuera de nuestro planeta. Progreso científico con ensayos nada inocentes; progreso hacia una libertad absolutamente engañosa, que nos permite ser libres siempre que hagamos lo que se nos manda previamente. Que nos enteremos de lo que el poder sin rostro (el poder real y fáctico) quiere que conozcamos. Y encima tan contento.
El terror más descarado masacra a millones de hombres y mujeres en África, Hispanoamérica, en rincones olvidados del Planeta, donde están los yacimientos de las materias primas “raras” (y no raras) imprescindibles para las tecnologías de última generación.

Cuando abro el ordenador o el teléfono móvil, ahora, tengo un recuerdo de agradecimiento y una plegaria por los que hacen posible el progreso de la Humanidad con mucho sufrimiento y desde la inocencia inocente de muchos desheredados.

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