Abuelas

No había tele, sentados a la lumbre con la abuela. Era menudita, vestida de negro con sayas y delantal que ocultaban su frágil cuerpo, con la cara blanca arrugadita de gestos dulces y brillo en los ojos. Siempre tenía su siento junto a la lumbre, con las manos debajo del delantal, con el pañuelo negro atado al cuello con la gracia de haberlo hecho toda la vida. Te respondía con una sonrisa a tus trastadas de niño por la cocina, por no poder salir a correr la calle por la nevada..., todo eran halagos... !Cuántos huevos han puesto hoy las gallinas!, te decía cuando llegabas de cogerlos…, o de mostrar el gorrión que habías encerrado en el gallinero, y corrías a que lo viera después de una espera escondido, detrás de la puerta del gallinero cual rececho de gran cazador, aguantando la respiración, y de un portazo los dejabas dentro. Las varas de chorizos recién hechos colgaban de lado a lado del techo de la cocina, todavía frescos y tiernos llenaban de olor intenso la cocina de una mezcla de pimentón y carne fresca, y al lado las morcillas. Un cubo de latón colgaba del allar (cadena) de la chimenea, y lleno de agua cocía toda la mañana las patatas pequeñas para los cochinos. Borboteaba la cobertera del puchero con el guiso del día en el suelo junto a la lumbre, apoyado en un arrimador, y de vez en cuando le daba vueltas con la cucharrena con una facilidad pasmosa, y a mí me abrasaba. Yo le goloseaba a escondidas algún rosquillo que había quedado de la matanza y los tenía guardados, tapados con una rodilla para que no se pusieran duros. Yo pensaba que no se daba cuenta..., y por la noche la baraja...

Pronto llegó una tele, poco a poco la cocina se fue llenando de aparatos, una lavadora, una nevera…, y cuantos más aparatos iban llegando menos gente quedaba en el pueblo. Fue el inicio de un cambio de era, casi de civilización, y que todavía sufrimos.La producción de todos esos aparatos fue el comienzo de la desaparición de los pueblos y así hasta hoy…, que tenemos llenas las cocinas de todo…, menos de abuelas