La S. I. Concatedral de San Pedro acoge la Ordenación diaconal de Chema, 35 años, “un chico de parroquia”, como se ve a sí mismo.
La S. I. Concatedral de San Pedro acoge la Ordenación diaconal de José María Cordero de Sousa; será hoy, domingo 10 de junio, a las 18:00 horas y estará presidida por el Obispo, Mons. Abilio Martínez Varea.
Chema, de 35 años, se define como “un chico de parroquia”: “Tenía la parroquia enfrente de casa, vivía en el Barrio del Pilar (Madrid). Iba a la Misa dominical, estaba en los grupos parroquiales, era catequista, muy activo e involucrado en la comunidad. Estaba siempre en el despacho con el párroco, ayudándole en lo que hiciera falta, hablando con él de lo humano y lo divino. En 2003 Juan Pablo II vino a España. Yo estaba en la Vigilia en Cuatro Vientos; sentí que el Señor me pedía que fuera sacerdote”.
Aquel año decidió entrar en el Seminario pero “no llegué a ir, sentía miedo, incapacidad, indignidad”. Dos años después “comencé a experimentar un vacío muy grande; yo tenía todo (novia, un buen trabajo, coche, salía los fines de semana…) pero me di cuenta de que sólo era feliz cuando estaba en la parroquia”. Tras “buscar la voluntad de Dios” en el Seminario de Madrid, en el Monasterio de Leyre y en un Seminario Redemptoris Mater del Camino Neocatecumenal en Bruselas, “llegué al Seminario de El Burgo de Osma donde fui recibido por el Obispo D. Gerardo; siempre se mostró conmigo como un amigo y un padre”.
En la actualidad, José María está de etapa de pastoral en la parroquia de Ólvega, donde continuará como diácono. “Hoy doy gracias a Dios por todo: por mi familia, que me ha apoyado desde el primer día; por la parroquia de Santa Bárbara (Soria), donde empecé mi andadura pastoral al llegar a la Diócesis; y por la parroquia de Ólvega, por sus gentes y por todos y cada uno de aquellos que han rezado por mí para que siga siendo fiel a la llamada que Dios me hace al sacerdocio ministerial”, afirma.
El concilio Vaticano II enumera las funciones litúrgicas y pastorales del diácono: “Administrar solemnemente el bautismo, reservar y distribuir la Eucaristía, asistir al matrimonio y bendecirlo en nombre de la Iglesia, llevar el viático a los moribundos, proclamar la sagrada Escritura a los fieles, instruir y exhortar al pueblo, presidir el culto y oración de los fieles, administrar los sacramentales, presidir el rito de los funerales y sepultura” (Lumen gentium, 29)
De manera especial en los lugares donde ningún sacerdote puede celebrar la Eucaristía, el diácono reúne y dirige la comunidad en una celebración de la Palabra, en la que se distribuyen la comunión.
Entre las tareas del diácono está la de promover y sostener las actividades apostólicas de los laicos. Otra función de los diáconos es la de la caridad, que implica también un oportuno servicio en la administración de los bienes y en las obras de caridad de la Iglesia. Los diáconos, en este campo, tienen la función de "levar a cabo con diligencia, en nombre de la jerarquía, obras de caridad y de administración, así como de ayuda social.