Pedro Marín, presidente de Asfoso, en un acto reciente de este junio. /SN


SORIA RURAL
Actualizado 21/06/2018 13:05:03

Su presidente, Pedro Marín, señala que tras esta andadura ante la agrupación forestal se abren nuevos retos, ya que no es preciso “caer en la autocomplacencia”.

En la mañana de este jueves, la Asociación Forestal de Soria celebraba asamblea general de socios, una convocatoria ordinaria, aunque no tanto, ya que precisamente conmemoraba los 30 años de andadura de la agrupación, que nació en 1988.

En un comunicado, su presidente, Pedro Marín Gil ha querido dejar constancia de todos estos años.

El comunicado es como sigue:

“Pienso que en la vida es bueno reconocer lo excepcional y lo meritorio, y que cuando se consiguen logros, que además son beneficiosos para todos, hay que pararse un momento a disfrutarlos y a valorarlos. Y el hecho de que una asociación como la nuestra, modesta, apegada al terreno y a los montes, siga más activa que nunca 30 años después de haberse creado es un verdadero.

Ya han transcurrido 3 décadas desde aquel 23 de febrero de 1988 cuando D. Jesús Borque, acompañado de un grupo de amigos, algunos de los cuales desgraciadamente ya no nos pueden acompañar, decidieron dar el paso de crear una organización que sirviese para unir a los propietarios forestales de la provincia. El deseo de conseguir definir una voz legitimada que representase y defendiese los intereses de las más de 400.000 hectáreas de monte privado que hay en Soria, les hizo recorrer pueblos visitando casas, celebrando reuniones, convenciendo gentes en esta aventura que en esos momentos acababa de comenzar.

Enseguida se entendió que la Asociación no podía ser sólo una herramienta de representación y reivindicación, sino que había que crecer tratando de proporcionar a los socios servicios que les repercutiesen en la mejora de sus explotaciones. La asociación se dotó de una sede, y contrató personal que atendiese a los asociados.

Con este doble trabajo de representación y de orientación técnica hacia los socios comenzamos a ganarnos un reconocimiento dentro de la provincia y de puertas hacia fuera, nos integramos en los movimientos asociativos de nuestro país y comenzamos a crecer en actividad y en influencia.

Comenzaron a obtenerse los primeros resultados tangibles: cambios en algunas inercias de trabajo de la administración, algunos avances legislativos, se intensificaron las ayudas para la gestión de los montes privados, se configuraron otras nuevas… Seguro que algún error pudimos cometer, pero seguro que los aciertos fueron muy superiores.

Sin embargo, nuestra inquietud nunca quedó ahí; la Asociación era testigo y partícipe de la realidad de nuestros pueblos, de su día a día de pérdida de población y de identidad, y entendíamos que como organización provincial teníamos una responsabilidad de contribuir al desarrollo de nuestra tierra.

Es por ello que, enseguida, la asamblea general de socios comenzó a incorporar en su plan de trabajo anual la necesidad de contribuir a la realización de acciones de interés general, en especial de desarrollo del sector forestal y del medio rural.

Nos negamos a que nuestros montes históricos, nuestras sociedades de baldíos. nuestros comunes, nuestros montes vecinales fueran pasto del olvido, y ahí en los últimos años del siglo XX nos marcamos el reto ser capaces de recuperarlos. Fundamentalmente por dos razones: por la memoria de quienes tanto se esforzaron al comprarlos y conservarlos durante año, y por el convencimiento de que debían convertirse en espacios vivos, en elementos vertebradores de nuestros pueblos y de unión entre los que se fueron y los que todavía están en ellos.

El resto de la historia es conocida por todos.

Pero, lo que más me satisface de todo es comprobar cómo hoy, 30 años después, la situación de la asociación es muy parecida a la de entonces: lejos de haber caído en la autocomplacencia y en la comodidad de cumplir con un plan de trabajo conocido y testeado, de nuevo, 3 décadas después, el inconformismo y el deseo de que nuestros montes sean escenarios de cambio nos lleva a plantearnos nuevos retos y a definir un plan de trabajo como el que en este 2018 nos hemos marcado: convertir nuestros montes en escenarios generadores de empleo, posicionar nuestros recursos forestales como activos ambientales, llegar a definir una interfaz económica campo – ciudad… Proyectos que hoy casi nos suenan a ciencia ficción.

El tiempo, como siempre, determinará si estuvimos o no en lo cierto. Porque habrá proyectos que no seamos capaces de conseguir, pero seguro que habrá otros que los saquemos adelante. Nunca nadie nos podrá decir que no lo intentamos”.

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