Artículo quincenal de Alfredo Vallejo, colmenero y pensador.
El tío Sulimán no es un cascarrabias; es un hombre de pueblo, viejo y sabio. De lejos parece un hombre normal, cuando intimas con él te admira. Es un sabio de verdad. De cuando en cuando comento con él noticias y sucesos del mundo; de este mundo desconcertante que nos está tocando vivir.
Sobre Cataluña de forma lacónica sentencia: “Lo que no se hace bien en principio hay que hacerlo bien al fin, y casi siempre de mala manera; es cuestión de esperar, ya lo verás”. No me quiere dar más detalles, su cara deja traslucir preocupación.
Estamos en la taberna; me dice sentencioso: “Rasgarse las vestiduras y para qué”, “nunca eches más leña a un fuego con el que no te quieras quemar”. “Si está todo patas arriba míralo al revés”. ¿Dónde ha aprendido tanto este labriego?
Termina bebiendo vino con fruición: “El que sabe no habla, y el que habla no sabe.
Todos hablamos demasiado y nos quedamos tan tranquilos. Hablamos de todo aunque no sepamos nada. Somos tontos de remate; además tendemos a creernos lo que nos dicen; incluso lo que decimos. No espabilamos”.
- Y la guerra?
- No sigamos, que la pregunta es indiscreta. ¿En qué se diferencia un tonto de una linde? La linde se acaba y el tonto continúa.
Mucho Suleimán es ese hombre de pueblo.