La tanguilla o la petanca. La Dehesa, en el centro de Soria, acoge cada mañana auténticas competiciones de estos dos juegos tradicionales. Lo mejor de ellos es descubrir las historias que esconden.
Lo habitual es pasar de largo por la Alameda de Cervantes, adentrarse para inundarse del olor de la Rosaleda o tomarse una cerveza en alguno de sus rincones cobijados del sol gracias a los, siempre dispuestos, árboles del parque.
Más extraño es pasear por uno de sus laterales y detenerse al descubrir varios grupos de mayores que disfrutan de una partida de lo que para muchos jóvenes son juegos completamente descononidos.
"¿Sabes en qué consiste este juego?", pregunta uno de los participantes al percatarse de que una joven se para con cara de curiosidad a su lado. "A esto se le llama petanca y consiste en acercar las bolas metálicas a la pelota pequeña blanca". Aquí comienza una ratito que va más allá de las reglas de juego.
La experiencia soriana hace parada en este rincón de la capital. Pero aquí no importan los años, superar con creces las ocho décadas de vida no impide disponer de una habilidad que ha proporcionado la práctica.
Se habla de todo, como en un ascensor o en el portal, se puede empezar por el tiempo. Y después de pasar por otros deportes con más afición en esta época, se acaba como casi siempre en la política. No hay discusiones, todo se termina con un "venga que te toca a ti" y asunto resuelto.
Pero cuando uno se aleja de allí se da cuenta de que la mayor parte de la tradición y de la sabiduría de estos y otros mayores se desperdicia. Poco nos agachamos para escucharles, poco nos interesa su lenta rutina, la prisa nos puede y cuando se van se llevan una maleta repleta de saberes que nos serían de gran ayuda.
Soria necesita más paseos por el lateral de la Dehesa.