Carmelo Romero, Profesor universitario de Historia Contemporánea.


ESTILO DE VIDA EN SORIA
Actualizado 05/09/2018 22:12:26
Sergio García

El Profesor universitario de Historia Contemporánea, de Pozalmuro, se somete al test más personal realizado por nuestro medio de comunicación.

Pregunta: ¿Qué es lo último que hace antes de acostarse?

Respuesta: Normalmente leer.

P: Cuando tiene una tarde libre, ¿a qué le gusta dedicarla?

R: Leer, escribir, pasear, conversar y estar con los amigos. Muy sencillos, quizá soy muy anodino.

P: ¿Libro o película?

R: Normalmente más libros.

P: Recomiéndeme una película.

R: Todo depende de los momentos. Le tengo especial cariño a la película “El cielo gira”.

P: ¿Qué música pone cuando se ducha?, ¿Canta?

R: No pongo ni música, ni radio ni nada. Yo tengo oreja en vez de oído, por eso me sigo quedando con los cantautores, con Paco Ibáñez, Labordeta... pero no soy excesivamente musical.

P: ¿Cuál es su palabra favorita?

R: Dignidad. Lo más sustantivo en el ser humano es mantener la dignidad. Para mi consiste en tratar de ser libre, tratar de ser justo y tratar de buscar la igualdad en la humanidad.

P: Si pudieras viajar en el tiempo, ¿sería al pasado o al futuro?

R: Siempre al futuro. El pasado uno ya lo conoce. Yo soy historiador no tanto porque me preocupe el pasado sino porque me preocupa el futuro. Conocer pasados es una forma de plantear mejor el presente y el futuro.

P: ¿Cómo era de pequeño?

R: Siempre fui muy crítico. Eso es lo que aprendí en casa, a cuestionar siempre las cosas. Yo a los 10 años salí de la escuela de mi pueblo. Eran los años 60, en pleno corazón del franquismo, y teníamos un profesor que estaba enfermo psicológicamente. Una vez tiró un regladillo y me golpeó en plena ceja. No iba para mí, pero el hombre se puso nervioso y vino y me dio un par de tortas. Aquello me pareció muy injusto. Mi padre decidió que ya no iba a volver a la escuela y habló con una maestra para que me preparase para el ingreso a bachillerato. Abandoné la escuela a los 10 años e incluso hice primero y segundo de bachillerato libre. Ahí mis padres me enseñaron lo que era la dignidad

P: ¿Recuerda algún profesor que le marcase?

R: En mi casa de labradores había periódicos pero no muchos libros. Un maestro del que guardo gran cariño, Don Román, me regaló mi primer libro. Eran unos sainetes de Ramón de la Cruz y aun guardo aquel libro. A los buenos maestros se les recuerda para toda la vida.

P: ¿Quién ha influido más en su forma de ser?

R: Sobre todo, la infancia. Las conversaciones y las actitudes. Mucho más que los libros.

P: ¿Cuál es el mayor éxito de su vida?

R: De haber querido y de querer a las personas que merecían ser queridas.

P: Dígame algo que no soporta.

R: A cierta edad uno termina soportando todo, pero llevo muy mal el cinismo.

P: ¿En qué lugar de la provincia le gustaría perderse?

R: Cualquiera, todos estamos hechos de paisajes. Yo soy más de encina que de pino, de cereal que de remolacha, de oveja que de vaca, del adobe que de los suntuosos edificios...

P: Dígame un lugar del mundo que le haya impresionado.

R: Colliure, la tumba de Machado.

P: Y algún viaje que tenga pendiente...

R: No soy muy viajero, pero hay sitio cercano al que todos los años digo que quiero ir y nunca voy. Oporto, sobre todo por la desembocadura del Duero. Quizá lo he ido retrasando para buscar un momento en que uno mismo se vea más hacia el final.

P: Recomiéndeme una estrofa de Antonio Machado.

R: Pondría algo en prosa que se le lee mucho menos. Hay un texto antológico titulado `Soria´ cuando le hicieron hijo adoptivo. También su frase “no es patria el suelo que se pisa, sino el suelo que se labra”.

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