Para pasear con el bastón se necesitan referencias y ausencia de obstáculos. Carmen de Vicente


REPORTAJES
Actualizado 09/12/2018 10:19:38
Encarna Muñoz

Mercedes Carreras ejemplifica la importancia de la labor de acompañamiento de la ONCE. Gracias a esta organización ha conseguido plantarle cara a un glaucoma que le obligó a cambiar de vida, pero no ha conseguido borrarle la sonrisa. Lee, escribe, baila e, incluso, baja a Los Pajaritos para “animar a su Numancia”.

Mercedes Carreras es tan solo uno de los sorianos adscritos a la ONCE (Organización Nacional de Ciegos Españoles), colectivo que ha celebrado durante todo este 2018 sus 80 años de historia. Ocho décadas de trabajo diario por conseguir una vida “plena y normalizada” de las personas con “deficiencia visual grave o ceguera total”, según apunta Ismael Pérez Blanco, delegado territorial de la ONCE en Castilla y León.

32 vendedores, una gestora comercial, una trabajadora social, dos maestros de apoyo a la población educativa ciega, una instructora de tiflotecnología (tecnología específica para personas ciegas) y una psicóloga trabajan para la ONCE en Soria. En 2018 cuenta con un presupuesto de 2,95 millones de euros.

Historia de una superación

Nuestra protagonista tiene 73 años y su vinculación con la ONCE llegó ya en la etapa de madurez. “Estaba trabajando y me hicieron una operación de cataratas porque cada vez veía peor. Al ir a revisar la baja médica me comunicaron que me iban a dar la invalidez. Me diagnosticaron un glaucoma y el mundo se me vino abajo. Me quedé desolada”, recuerda Mercedes. Explica que en ese mismo momento ya le hablaron de la ONCE, “el desconocimiento hacía que me diese mucho miedo y la primera vez que crucé esa puerta lo hice llorando”.

Con los años esta historia ha cambiado el tono. Mercedes ha hecho del sentido del humor su modo de vida. “Hago todas las cosas de casa, lo mismo plancho, que guiso o me pongo a coser, aunque es cierto que tengo varios agujeros en el dedo”. Esto lo ha conseguido gracias a su esfuerzo, pero en sus avances también ha influido en buena parte la colaboración de la ONCE. Los servicios de la organización, según Ismael Pérez, son “la atención educativa, la rehabilitación integral (autonomía personal), prestaciones económico-asistenciales, oftalmología, óptica, asistencia psicológica, tiflotecnología, acceso a la cultura, ocio y deporte”. Algo que Mercedes resume: “Es el no va más”.

Como muestra, un botón, y para entender esta afirmación nada mejor que ejemplos prácticos. “Desde la ONCE nos ponen a un técnico que viene a nuestra casa para enseñarnos a manejarnos. Nos enseña códigos para que, por ejemplo, mi marido y yo nos entendamos a la hora de colocar la mesa. Hablamos de horas y yo sé, por ejemplo, que a la una y cuarto tengo el vaso de agua”.

Esta soriana también ha aprendido braille (sistema de lectura para invidentes) y mecanografía para poder utilizar el ordenador y disfrutar de una de sus pasiones, la lectura. “A la fuerza ahorcan”, vuelve a bromear, “aprender braille cuando eres mayor es terrorífico”. Se maneja con el móvil mejor que muchos con 20 años menos. Tiene descargadas todas las aplicaciones posibles, y las redes sociales no le guardan secretos. “Me gusta estar conectada, me entero de todo lo que pasa”, explica mientras muestra cómo encuentra cualquier herramienta guiándose con el tacto y la voz explicativa que emite su smartphone.

No se le pone nada por delante. Le gusta salir a bailar, “que eso no tiene nada que ver con los ojos”. También baja a “la Amistad” a jugar una partida con los amigos” y, para rematar la jugada, los domingos no se pierde su cita con su Numancia. “Me pierdo muchas jugadas pero es muy divertido”.

Obstáculos rutinarios

Mercedes Carreras se ve obligada a dejar a un lado su carácter afable y las bromas, cuando se le pregunta por la accesibilidad de la capital. “Soria no es una ciudad para todos, por mucho que se empeñen en decir que sí”. Saca su carácter guerrero y comienza a enumerar todos los obstáculos que elevan el nivel de sus rutinas.

Empieza la lista con el estado de las calles, “los rebajes son de lo peorcito que existe en las capitales de España. Vas por otras ciudades y alucinas. Aquí los han convertido en montañas que para mí son malas, pero para las personas que van en sillas de ruedas son todavía peores. Los semáforos también están fatal y otra cosa son los adoquines, que imagínate como es andar por esas plazas teniendo que arrastrar un bastón. Además, si no te encuentras una valla te encuentras un anuncio portátil de tiendas o restaurantes, y la desorientación es total”. Pero aclara que ella se siente muy “afortunada”, pues “casi siempre tengo acompañante”. Su marido Román Sanz se ha convertido en su primer bastón, trasladando al ‘blanco’ al de papel auxiliar.

Evolución social

A nivel estructural parece que todavía podrían cambiar muchas cosas en la ciudad. Pero a nivel personal Mercedes se muestra “encantada”. “Las cosas han cambiado mucho”, señala, y vuelve a echar la vista atrás. “Cuando aprendí a usar el bastón, iba un día caminando por El Espolón y un niño le dijo a su madre: mira, esa señora es ciega. Cuando oyes eso se te cae el alma a los pies. No ves a las personas pero sabes que te están mirando”.

De vuelta al presente, reconoce que “cualquier persona, sea conocido o no, si me ve con el bastón no duda en echarme una mano, las pocas veces que salgo sola de casa hay alguien que me ayuda a cruzar la calle. Los vecinos sorianos son una maravilla completa”.

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