OPINIóN
Actualizado 19/12/2018 11:28:50
Cartas al director

Carta al director de Ángel Coronado.

Me gustaría comentar el artículo titulado “¿LLEGA LA AGROFOBIA?” aparecido en su periódico SORIA NOTICIAS de la 1ª quincena de diciembre de 2018, pero intentaré hacerlo en clave diferente a la que alienta ese artículo, porque ni fobias ni filias pueden oírse bien entre sí. Se trata sin más del eterno, estéril y sordo debate que pone frente a frente simpleza y complejidad. Como si lo simple no se pudiese complicar o el destino de lo complejo fuese desorden y caos. Concretamente: pareciendo que se juega la partida entre un modelo de ganadería intensiva o dependiente, por un lado, y por otro del pastoreo extensivo independiente tradicional, pareciendo que se juega eso, no es eso lo que se juega. Del pastoreo extensivo tradicional nadie se acuerda ya. Y no digamos del trashumante. No es eso lo que se juega, y sin embargo parece que sí. Algo pasa para que, no siendo eso, lo parezca. La verdadera cuestión está, en mi opinión, en que una ideología dominante, o mejor, una ideología que quiere dominar, un empoderamiento como ahora se dice, un poder, el poder del dinero y del mercado como se dijo siempre, necesita imponerse a través de un debate, un adversario, porque una idea, y estamos hablando de ideas, señores, de ideología si ustedes quieren, una idea sin su contraria no se puede sostener: sencillamente no existe o nos arrastra inexorable e inadvertidamente. La macro granja de los cien mil hijos de San Luis, digo de los cien mil cerdos, necesita que alguien le diga que eso es una barbaridad. Y quien se lo diga debe hacerlo como si se tratase de otra idea o ideología contraria. Y ya tenemos a los agrófilos frente a los agrófobos. Ya tenemos el debate ficticio, el ruido, el río revuelto, la tinta del calamar y el pescador que se lleva los peces. Y lo peor de todo no es esa ideología que intenta dominar. Toda ideología intenta el dominio, alguna clase de dominio. A fin de cuentas, alguna ideología se impone siempre, pero no soy agrófobo ni agrófilo. Sólo estoy en contra de las granjas de los cien mil cerdos. Y por eso decía que me gustaría comentar el artículo titulado “¿LLEGA LA AGROFOBIA?”, porque me parece que la supuesta agrofobia no llega, sino que ya digo, se quiere hacer y hacer como si llegase. Y resulta que hay quien pica y hace como si llega.

Reconozco que allá, en última instancia y a través de razones de uno y otro lado, subyace siempre, insoslayable, una postura de principio, alguna clase de ideología. Se trataría entonces de articular un sistema en el que mantener las ideas en su sitio, como en un parque zoológico en el que zorros, gallinas, visitantes y jaulas hiciesen lo que se hace para que un parque zoológico sea viable, que instruya y al tiempo divierta.

Me declaro partidario de mayor número de granjas con menos ganado en cada una. Partidario de un tejido agropecuario con más asociaciones de jóvenes repobladores de un agro emprendedor y pecuario más amplio y repartido y respetuoso con el medio y sostenible. Y enseguida insistiremos en eso de lo sostenible. Un agro lleno de “asajas”, por así decirlo. Antes eso que la gran instalación, macro granja de miles de animales en una sola mano (o en cuatro), el único pescador (él y otros tres amigos) que se lleva los peces. Y es precisamente a esa macro granja, es gracias a ella, gracias al zorro/zorra macro granja, es ella misma incluso, ella misma es la gracia que nos hace pensar en una jaula. Y también, todo hay que decirlo, demos gracias a las gallinas, que sin ellas, ¡qué sería de zorro y de la zorra!

Hacer posible un mayor número de granjas con menos ganado en cada una. Un sistema productivo más sostenible. Pero, ¡qué palabra ésta! De tanto abuso con ella perdió la pobre su original sentido. Si nada estuviese cayendo y amenazando ruina, nada sería sostenible y esta palabra, antes o después, desaparecería del diccionario. Si tan solo algunas cosas cayesen mientras otras se mantuviesen por sí solas, gozaría de la buena salud necesaria para cumplir su vocación de sostén. Pero si al revés, todo se cayese al tiempo, la voz “sostenible” perdería todo sentido y estaríamos en las de antes. Y en el hueco vacante se alojaría cualquiera, por ejemplo el sentido equívoco que ahora tiene. Clara señal de que muchas cosas, más de la cuenta, se nos están cayendo.

¿Y qué hacer para que un número mayor de granjas con menos ganado en cada una fuese posible?

Intentaría primero no entrar en falsos debates. Sin abandonar ninguna idea, intentaría despojarlas de su violenta toma de tierra. Porque las ideas, en sí mismas, son violentas. Y volando en bandadas se dirían ideologías dominantes. No reconocen el hecho de que tomar tierra es abandonar la violencia del vuelo. Y lo haría mediante otras ideas, qué remedio, pero de aires más reposados. Exactamente igual que hacen los pájaros cuando se posan. A esos aleteos finales de cualquier pájaro en vuelo que se posa denominaré, mediante números ordinales aplicados a cada uno a modo de mandamientos aunque no lo sean, denominaré “consejas”. Salieron diez, pero podrían haber salido más. Acaso menos. Parece que diez, tabla de piedra y más de la Biblia que si fuesen cinco, es mejor que la docenita como si fuesen huevos. Se trata de diez consejas.

1.- Nunca diríamos si llega la “agrofobia” o no llega, sino que recordaríamos que los legítimos intereses de los partidarios de un tipo de ganadería limitan (no chocan) con otros legítimos intereses, los de los seguidores de otro tipo.

2.- Nunca diríamos que ninguna decisión municipal haya “saltado todas las alarmas del sinsentido” sino que toda decisión municipal se basa en su derecho a decidir y disponer dentro del marco legal establecido, guste más o guste menos.

3.- Nunca reaccionaríamos de forma contundente para “cortar” ningún “acoso absurdo y demagógico”, sino que haríamos valer nuestros legítimos derechos frente a los de otros. Hablando, razonando, y llegado el caso, ante la justicia o la ley.

4.- Nunca pensaríamos que los derechos de otro se instalan en una supuesta “radicalidad”, sino que ocurre de nuevo la circunstancia expuesta en el punto anterior, por lo que se trata de una conseja que bien podría llamarse “3ª bis.”

5.- Nunca calificaríamos de “falsas” las actitudes de otros tan solo por el hecho de que respondan a legítimos intereses diferentes a los nuestros, y ello por las razones expuestas en puntos anteriores, y siempre estaremos con ASAJA cuando reparta en las fiestas de Navidad, y sobre todo si lo hace gratis y en plan “festivo y positivo”, productos sorianos y “derivados del cerdo”.

6.- Nunca confundiremos el “sentido común” (siempre legítimo por ser el de todos) con el sentido legítimo de unos frente al sentido legítimo de otros, que por eso mismo, sin abandonar sus respectivas legitimidades, no puede ser común. Conseja de cajón.

7.- Nunca nos vamos a referir a ninguna “rigurosísima normativa” sin ilustrar con datos fehacientes sus efectos en casos análogos y sancionados por la realidad. Tenemos datos que nos dicen lo contrario. Otra de cajón

8.- Nunca diremos que las granjas de porcino, sobre todo si son macro granjas, dejan de contaminar los acuíferos y de oler mal. Es perfectamente natural que apesten, y tan legítimo es el interés de instalar la granja como el de llamar a los olores por su nombre y rechazar los malos. Y lo decimos porque parece que hay “diferentes voces del sector porcino que insisten en la falsedad de ciertas afirmaciones respecto a la conservación medioambiental”, las afirmaciones de que las macro granjas despiden macro malos olores y son capaces de contaminar macro ríos, macro pantanos y macro acuíferos. Me remito a la conseja nº 7.

9.- Nunca diremos, por estimarlo falso, que una macro granja de miles de cerdos pueda crear más puestos de trabajo y contaminar menos que decenas o centenares de granjas de decenas o centenares de cerdos, ni que la calidad y la cantidad son equiparables, ni que la región de Aracena o de Jabugo sea mejor o peor que otras ni mejor o peor modelo a seguir, como tampoco diríamos que la macro granja de los diez mil cerdos con presunto destino al mercado de los chinos fuese de mayor dificultad en su gestión que un tejido empresarial de decenas o centenares de granjas de centenares o decenas de cerdos. Conseja obvia que necesita de la siguiente, porque si no, se queda coja.

10.- Mi querido amigo, quien algo quiere algo le cuesta. Es el sentido común el que lo dice, mi querido ASAJA. Todos, con nuestros fondos, con los fondos de dinero público según se dice de tales fondos, estamos en ayudarte siempre por los siglos de los siglos. Y ésta es la Conseja final. La 10.

Tal es el camino que cabe andar, o mejor, el que andando se hace. A partir de ahí dialogar, negociar, entenderse y ser franco consigo mismo al tiempo de serlo con el vecino. Y así sucesivamente.

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