El torreón de la Costoya, en Ágreda, sirve de descansadero para estas zancudas que sobrevuelan el término para quedarse.
El tan manido refrán de la cigüeña y el santo Blas está dejando de tener la vigencia que otorgaba la sabiduría tradicional que ha llegado hasta ahora, tras siglos en los que los dichos populares eran dogmas indiscutibles.
Ahora estos vaticinios ya no son lo que eran. Si hace escasas semanas decenas de cigüeñas poblaban la torre principal del palacio de los Condes de Gómara, pasada la medianoche de ayer miércoles, un número no menor de estas zancudas hacían lo propio, adueñándose de las almenas del torreón de la Costoya. Una edificación medieval que domina en la zona alta de la localidad, todo el casco urbano y un buen lugar para el descanso de estas aves en su viaje invernal provenientes del sur.