La opinión de María José Fuentes, soriana de a pie.
Acaba la legislatura 2015-2019 en el Ayuntamiento de Soria. A pesar de que en la oposición, y más frente a una mayoría absoluta, hace muchísimo frío, he de decir que ser concejal de mi pueblo ha sido una de mis experiencias vitales más bonitas. También dura. Ser concejal en Soria, y más cuando eres la chica del Ramón 'Ramonín, el heladero', supone estar de guardia los 365 días, 24 horas.
Una no puede echar unas cañas con los amigos sin que alguien le diga lo que le pasa en su calle o le pregunte qué sucede en el partido, pero quien está metido en esto es porque quiere, y no seré yo quien reniegue de ello. Es más, me preocupa ver como algunos están más pendientes de medrar en esto de la política, sobre todo en el reparto del 'pastel' de la Diputación Provincial, que en ocuparse de verdad de los graves problemas de Soria y los sorianos, pensando que con hacer campaña 15 días ya está el trabajo hecho. Algunos no se dan cuenta de que la ambición, por encima del servicio público, es algo que se huele a kilómetros, y los ciudadanos a estas alturas hemos desarrollado un olfato muy fino.
En nombre de mis compañeros del PP, quisiera agradecer al resto de la corporación los acuerdos compartidos que han sido casi todos y, sobre todo, el exquisito trato personal que ha habido entre nosotros.
Al Alcalde Carlos Martínez, al que he castigado sin misericordia durante ocho años con mis artículos, agradecerle que él siempre la haya tenido conmigo, sabiendo que contaba con su mano tendida cuando la necesitaba; nunca una mala cara, jamás un reproche. Solo me queda pedir perdón a mis vecinos, a los que seguro en algún momento he fallado, y desear a los nuevos concejales lo que se desea en estas fechas: Salud para cumplir.