La familia no se elige pero lo más conveniente, ahora que las vacaciones obligan a pasar más tiempo juntos, es aprender a convivir respetando los límites.
La familia es un colectivo que la RAE, entre otras acepciones, define como “conjunto de ascendientes, descendientes, colaterales y afines de un linaje”. Con esto en la mano se sobreentiende que a los individuos que forman el conjunto, esta relación les viene impuesta. Este es el principal problema, la familia no se elige y, sobre todo en vacaciones, se impone la obligación de pasar más tiempo juntos y compartir charlas interminables, comidas demasiado extensas y juegos que acaban resultando poco lúdicos.
Es un trámite por el que hay que pasar y lo mejor en estos casos es respetar los límites y la libertad de cada uno. Para ello es imprescindible llenar la mochila con una buena dosis de paciencia si se pretende evitar conflictos. También es importante reforzar la comunicación. Hablando se entiende la gente pero, para conseguirlo es vital que se cree un alto nivel de confianza entre todos los miembros del grupo. Así, cada uno tendrá la libertad de expresar lo que le apetece o no hacer en cada momento.
La asertividad, ser claros, francos y directos; no es un inconveniente, sino más bien todo lo contrario. Esta se debe manejar con naturalidad y, del mismo modo que uno debe aprender a decir que no, también tiene que saber recibir una respuesta negativa sin tomárselo como algo personal.
Estas pautas serán las mejores aliadas para afrontar los días de ocio con una sonrisa y poder enfocarse en lo realmente importante: que todos los miembros de la familia disfruten de unos días agradables y lo pasen bien.
Con una sonrisa todo cambia. Sacar el lado positivo, aunque suene a tópico, ayuda. Ahora es un buen momento para aprovechar que estamos juntos y conocer mejor a nuestros seres queridos. La familia no es perfecta pero se la quiere igual.