Todo el pueblo de Garray se volcaba para la representación de un rito celtíbero que da paso a la época oscura y sirvió como predecesor de Halloween.
Minutos después de las siete de la tarde se hacía la oscuridad en el casco urbano de Garray. El alumbrado público cesaba en su cometido y tan solo unas tenues luces de velas y alguna ventana iluminada en alguna vivienda aportaban algo e luz en la localidad. Mientras, una procesión de antorchas, tras la audición de un concierto de gaita escocesa, descendían del graderío de La Hoya de Numancia, iluminando en la lejanía una comitiva celtibérica acompañada después por el público, cerca de un millar de personas.
Como es conocido, Samaín era la noche con la que los celtíberos, antiguos moradores de estas tierras, celebraban el paso de la luz a las tinieblas y también el regreso de los guerreros, aunque otros se habían quedado en el campo de batalla. Precisamente a estos también se recordaba durante el Samaín, en una noche donde el fuego tenía también su protagonismo en una ceremonia en la que los hechiceros o los magos dirigían distintas liturgias y elevaban a los dioses las peticiones de su pueblo.
Así quedó patente durante la noche de ayer en Garray, una vez más, en una escenificación que tenía continuidad a orillas del Tera y que ha sido seguida en silencio y de manera ordenada por actores y público.
Finalmente, concluido el espectáculo, en una noche que cerraba con una parrillada de embutido para presentes y figurantes y bailes al sol de la música celtíbera.