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REPORTAJES
Actualizado 17/11/2019 11:48:19
Encarna Muñoz

Dentro de los cursos de las Aulas de la Tercera Edad, promovidos por el Ayuntamiento, uno llama especialmente la atención. El taller de cocina y labores domésticas para hombres, además de ser una de las actividades con mejor respuesta, consigue mantener la atención sesión tras sesión. Entre fogones, estos varones no solo amplían su recetario; la cocina les da alas.

Cuando uno observa la fachada del Centro Cívico Bécquer (en la capital soriana) no puede hacerse una idea de todo el movimiento que contiene en su interior. Este es el lugar donde se imparte uno de los cursos más particulares de los que se enmarcan en la programación de las Aulas de la Tercera Edad, que promueve con carácter anual el Ayuntamiento de Soria. Se trata del que se denomina como taller de ‘Cocina y labores domésticas para hombres’.

En un primer momento lo que llama la atención es esa diferenciación motivada por el género. La conclusión a la que conduce el camino fácil coincide con el estereotipo tradicionalmente implantado que señala al varón como el sujeto pasivo en el hogar. Puede ser que este se cumpla en un porcentaje, más o menos elevado, pero generalizar no suele conducir a la respuesta correcta y este taller lo demuestra.

Alumnos aplicados

Lo que se descubre al abrirse la puerta del aula es un grupo de 25 hombres (en total este taller se imparte lunes y martes en dos grupos para cubrir las 50 plazas disponibles) que se sientan formando un círculo alrededor de una cocina. Todos ellos aguardan en silencio la explicación de la profesora Adriana Moreno y, la mayoría, además de los apuntes que se les facilitan y las recetas impresas, portan un bolígrafo para tomar notas y no perderse detalle de la clase práctica (además de echar una mano a la memoria que nunca está de más).

Detrás de la cocina, tres voluntarios que se encargarán de preparar, en esta ocasión, pisto manchego y caballa encebollada. Ellos, en su papel de cocineros, también lucen más que aplicados ataviados con un delantal y todos los utensilios e ingredientes necesarios para elaborar estas recetas que parecen sencillas pero tienen su misterio.

El grupo al completo se muestra decidido a aprovechar el tiempo pues este es uno de los cursos más demandados por los usuarios de las Aulas de la Tercera Edad y alguno de ellos afirma que ha conseguido entrar después de “estar tres años intentándolo”. Quizá por ello el ambiente es más que positivo, de aprendizaje puro.

Conduce esta experiencia Adriana Moreno, titulada en La Merced, la Escuela Regional de Hostelería de Soria, y capacitada por el Servicio de Empleo de Castilla y León para impartir enseñanzas de este ámbito. Ella aclara que “aunque a priori no me mostraba a favor de la discriminación por sexos, entiendo que el colectivo de hombres en edad de jubilación no tiene las mismas experiencias en la cocina que sus esposas o con quien comparten sus vidas. Muchos de estos caballeros no habían entrado jamás en una cocina”. Por ello la idea es dotar a los mayores de 65 años de herramientas para que “puedan llegar a sus casas y sentirse independientes. Además, con la jubilación tienen mucho más tiempo y es gratificante para ellos pasar más tiempo en compañía y compartir las labores en casa”.

Más que cocina

Lo importante, obviamente, es aprender a elaborar recetas que encajen en la rutina de un hogar y cumplan con las necesidades nutricionales del día a día. Pero siendo un curso para hombres hay algo que no se esconde. Pedro Díez (84 años) cuenta que una de las razones para inscribirse en el curso fue “estar preparado. Mi mujer está en casa y normalmente no me deja hacer mucho. Pero si algún día ella no puede o no le apetece cocinar, con mis hijos están fuera.... quiero poder sacar las castañas del fuego”, bromea con el juego de palabras.

Este aspecto es decisivo pero los usuarios se llevan a caba mucho más en la mochila. Antonio Jiménez (65 años), por ejemplo, afirma que “yo soy muy cocinillas y ahora como mi mujer trabaja tengo tiempo para dedicarlo a la cocina. Sé cocinar pero siempre se aprende algo nuevo, además, esto me ayuda a mantenerme activo y a relacionarme con otras personas”.

Enrique Abad (68 años) se declara “tripitidor” porque “me gusta mucho la cocina”. Él señala que este curso le sirve para invertir el tiempo y le ayuda a relajarse. También añade a la lista de beneficios que “hay que valorar el trabajo que se hace en casa, que es muy duro, y esta es una forma de hacerlo”.

En este sentido ibas las palabras del concejal de Acción Social, Eder García, cuando, en la presentación de las Aulas, explicó que “el objetivo de las mismas es combatir uno de los mayores problemas de este colectivo como es la soledad. Por ello, fomentamos este envejecimiento activo, este punto de encuentro”.

También pone en valor este poder de socialización Adriana Moreno pero añade que “intento que se animen a organizar el menú semanal y salgan al mercado a comprar lo necesario. Sin olvidar, por supuesto, la cocina de aprovechamiento. Porque es importante no malgastar recursos”. Todo son ganancias delante de estos fogones.

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