La cultura y la recuperación de tradiciones puede ayudar a salvar el medio rural. Así ha ocurrido con los pueblos de Sarnago, La Ventosa y Matasejún, según aseguran responsables de las asociaciones de estos tres pueblos del entorno de San Pedro Manrique. La recuperación de las móndidas ha activado un movimiento vecinal imparable, impulsando unos colectivos que trabajan para la supervivencia y el desarrollo de estas pequeñas localidades. El futuro “nos lo tenemos que creer los vecinos y las administraciones”, consideran Diego Castillo, Cristina Aguilera y José Mari Carrascosa.
“El día más grande que se recuerda en La Ventosa es el día que se recuperaron las móndidas. Nunca había venido tanta gente”. Así de contundente se muestra Diego Castillo, a la vez que recuerda que la Asociación Cultural La Ventosa, de la que es presidente, se creó en 1992 “para recuperar nuestras tradiciones, especialmente las móndidas, que lo hicimos en 1995”. Desde entonces, el colectivo vecinal ha desarrollado “diferentes facetas, además de la cultural. Hemos hecho de todo, incluso obras civiles y recuperar infraestructuras. Ahí donde no llegan las administraciones estamos nosotros”. “Nuestro reto es tratar de que casi todos los fines de semana haya alguna actividad, para que la gente venga”, añade.
Los propios vecinos de La Ventosa, con trabajo comunal, llevaron el agua al pueblo y asfaltaron calles, antes de existir la asociación. Luego, se han impulsado las hacenderas, y se han arreglado el frontón, los lavaderos, caminos, una poza y merendero..., “y ahora estamos recuperando los tradicionales chozos de pastores”, señala Diego Castillo.
Una historia similar se repite en Matasejún, explica Cristina Aguilera, representante de la Asociación de Amigos de esa localidad. Además de la tradición de las móndidas, este colectivo ha recuperado el lavadero o los dos hornos comunales, “y seguimos haciendo cosas nuevas, como un concurso de microrrelatos que empezamos el año pasado, y que en la segunda edición ha recibido más de 40 trabajos de numerosos lugares, muchos de América Latina. Es todo un éxito”.
Y lo mismo está ocurriendo desde hace 40 años en Sarnago, a través de la Asociación de Amigos. Uno de sus responsables, José Mari Carrascosa, explica que cuando el pueblo se quedó sin vecinos, se creó la asociación vecinal para evitar su desaparición. “Hemos hecho de una necesidad una virtud. Teníamos que hacer el pueblo habitable”, apunta.
Y desde entonces se ha llevado el agua a las casas, el alumbrado público, se han asfaltado calles, se ha arreglado el cementerio, se ha abierto un museo etnológico, se ha recuperado una calera... Estas son algunas de las iniciativas de este veterano colectivo, que es un referente en la provincia, y que ha sido espejo para las asociaciones más jóvenes de La Ventosa y Matasejún, poblaciones vecinas.
Para Cristina Aguilera, el papel de estas asociaciones culturales y vecinales es claro: impulsar el pueblo con actividades y acciones, y tener una visión conjunta e integral de lo que es y puede ser el pueblo.
Castillo dice que la asociación facilita la unión entre la gent, y su relación con las administraciones: “la asociación es una voz de todos y sirve de interlocutora”.
No pretenden ser ayuntamientos paralelos. Simplemente quieren ayudar y trabajar, para luchar por el futuro de unos pueblos “en los que, a veces, no creen los propios ayuntamientos. Y las corporaciones locales tienen que creer que tenemos futuro”, insiste Diego Castillo. Se da la circunstancia de que él y José Mari Carrascosa son concejales del Ayuntamiento de San Pedro Manrique, por una agrupación independiente de las pedanías.
Para el representante de la asociación de Sarnago, es contraproducente obstaculizar o impedir que los pueblos mejoren, y traten de sobrevivir, por pequeño que sea. Le da miedo esas ideas de dedicar todos los recursos, primero, a la cabecera de comarca; luego a la capital soriana; y quizás, más tarde, a Valladolid. “¿Dónde está el límite?”, se pregunta.
“O podemos salvarnos todos, o nos va ir muy mal. Puede ocurrir que pueblos más pequeños se salven mejor que otros más grandes, porque ponen imaginación y porque se lo creen. Tenemos que darle vueltas a la cabeza. Es fundamental que nos lo creamos. No digo que haya que hacer grandes inversiones. Solo dar unos servicios mínimos. Una comunicación digna, buena conexión de internet”.
Aguilera teme que lo de la España Vaciada sea una moda. “No veo rapidez de actuación en las administraciones. No parece que haya voluntad real”, lamenta. Castillo remarca que hay que utilizar el Boletín Oficial para “revertir la despoblación. Depende del legislador, y sabemos que no damos votos. Como hemos dicho, se lo tienen que creer”.
“Pero está bien que algo se mueva, aunque los políticos son cortoplacistas, piensan a cuatro años”, dice Carrascosa. No obstante, estos representantes de las tres asociaciones están esperanzados, son optimistas y creen en sus pueblos.
Por eso, estas tres asociaciones siguen trabajando, y piensan cómo reforzar su colaboración. Ahora están recuperando un antiguo camino que unía los tres pueblos.
Saben que la sociedad y la manera de vivir ha cambiado, que hay más movilidad, que no se está quieto en un solo sitio y que, por tanto, los pequeños pueblos pueden tener futuro, si se logra que ofrezcan oportunidades y servicios.
Por ejemplo, a Cristina Aguilera, que vive en Tudela, que ha estudiado Ciencias Ambientales y tiene un máster en gestión de espacios protegidos; o a Diego Castillo, abogado que trabaja de prácticas en un despacho en Logroño. “Tenemos que creer todos, también los políticos”, concluye José Mari Carrascosa.