El 8 de febrero se cumplen 148 años de una efeméride soriana que, durante décadas, ha combinado realidad con ficción para convertirse en una de las más reconocidas a nivel nacional. El Tío Chupina, natural de Serón de Nágima, y su banda encerraron a todo el pueblo en la iglesia mientras les robaban las casas.
¿Alguna vez han intentado imaginar el robo perfecto? En la actualidad, con todo tipo de cámaras inspeccionando cada uno de nuestros movimientos, la misión requeriría un esfuerzo mental más intenso pero hace décadas un soriano consiguió idearlo y llevarlo a cabo con éxito (hasta que su afición por las bebidas espirituosas le traicionó).
El Tío Chupina, nacido en Serón de Nágima, creció en la Soria más empobrecida y, como sucedió de forma recurrente durante el siglo XIX, descubrió en el bandolerismo su forma de vida. Los bandoleros no solían actuar en solitario y el Tío Chupina no fue ajeno a esta regla de oro. Como señala María Villanañe en su artículo de la web Soria Goig: “decidió formar una sociedad junto a un grupo de saltatumbas”.
Usualmente actuaban armados y se dedicaban al robo, al pillaje y, más raramente, al contrabando y al secuestro. Por lo general, asaltaban a los viajeros en los caminos peligrosos de las montañas o en los bosques, lo que facilitaba su dispersión.
La banda del Tío Chupina logró pasar a la historia con en el famoso robo de Beratón. Aunque en la mayoría de escritos se describe a sus componentes como verdaderos amantes del vino tinto, eligieron el lugar y el momento perfectos para su mayor golpe.
El 8 de febrero de 1874 la iglesia de Beratón estaba llena para la misa dominical. Los bandoleros, con Chupina a la cabeza y armados con trabucos, irrumpieron en el tempo y encerraron en él a todos los presentes. Uno por uno, sacaron a los feligreses y les ‘acompañaron’ a sus viviendas para desvalijarlas.
El ‘robo perfecto’ que se dispusieron a celebrar con parte de lo recaudado. Mala idea combinar el alcohol con lo delictivo. Varios jóvenes lograron descolgarse por la torre de la iglesia y pidieron ayuda en los pueblos vecinos La Cueva, Purujosa y Borobia. Juntos estos, dieron caza a los bandidos matando a varios e hiriendo a otros, entre ellos a Chupina, que recibió un disparo en la pierna.
Después de varios años encarcelado, el Tío Chupina acabó sus días cojo y vendiendo pelotas por los pueblos sorianos.
Evocando la figura del bandido, la Asociación Cruz de Canto de Beratón, pueblo con 40 habitantes censados pero solo 10 personas viviendo en invierno, organiza desde hace unos años un festival que llena el municipio.