OPINIóN
Actualizado 05/02/2020 12:11:11
Eder García

Un artículo de Eder García

En los últimos días ha surgido la polémica sobre lo que las derechas han decidido llamar “pin parental”. No es un invento nuevo, es solo una rabieta recurrente de los conservadores para generar alarma sobre problemas que no existen. “El divorcio se carga la familia”: ellos se divorciaron. “El matrimonio igualitario no es matrimonio sino vicio”: ellos se casaron. Así podríamos seguir con cualquier avance desde el descubrimiento del fuego: siempre hay un grupo de personas que va a ir a remolque.
Lo grave de este caso es el daño que pretenden infligir a sus hijos e hijas privándoles de su derecho a conocer la sociedad tolerante y diversa en que vivimos. Así como un padre no tiene derecho a privar a su hijo de que le expliquen que la tierra no es plana, tampoco lo tiene para que le enseñen que existen personas LGTB, la igualdad entre hombres y mujeres o el cambio climático.

El niño trans o la adolescente lesbiana que no tenga la suerte de tener unos padres que le quieran como es, se enfrenta, en la más aterradora soledad, a un mundo que todavía odia al diferente. Estos niños tienen derecho a que alguien les explique, a ellos y a sus compañeros, que son totalmente normales y tienen el mismo derecho a ser felices que cualquiera.

Hay que ser muy imbécil para pensar que tu hijo va a cambiar su orientación sexual o identidad de género por una charla. Lo único que puede cambiar, afortunadamente, es su odio hacia él o hacia otros por aceptación, empatía y respeto.

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