PROVINCIA
Actualizado 19/03/2020 17:29:26
Encarna Muñoz

Esta crisis sanitaria nos ha enseñado que lo importante son las personas.

El COVID-19 nos ha obligado a dar un frenazo en seco, a deshacernos de las prisas y a apartar las agendas. También nos ha quitado los apretones de manos, los abrazos y los besos. Pero, si algo nos ha enseñado esta crisis sanitaria es la importancia de los lazos.

Ahora, todos hemos decidido quedarnos en casa, o más bien, nos hemos visto en la obligación de hacerlo, bien por imperativo legal o bien por la siempre eficaz presión de grupo. Y es ahora cuando redescubrimos el verdadero significado de echar de menos.

Por ello, este 19 de marzo, se ha celebrado en todos los hogares el Día del Padre más especial de las últimas décadas. Aquellos que lo tienen lejos, han descolgado o estarán a punto de descolgar el teléfono y para una llamada cargada de emotividad. Una llamada similar a la de los cuatro días anteriores, esa que sirve para comprobar que se sobrevive al confinamiento. Pero esta tiene un tono distinto, es una llamada diferente y que se recordará por tiempo porque, esperemos, una situación así no se repetirá en años.

Además, la tecnología se alía con nosotros acortando distancias y las videollamadas acercan tanto a las personas, que casi se puede sentir su calor. Hoy, estamos seguros, en muchas casas se ha celebrado la tradicional comida o cena del Día de Padre gracias a una videollamada múltiple.

Hoy todos estamos un poco más cerca pero, sin ninguna duda, los más afortunados de la jornada han sido los que comparten reclusión con su progenitor. Nada de colonias, corbatas, calzoncillos o guantes; hoy se celebra la suerte de la compañía. Hoy se agradece la fuerza de tener alguien con quien soportar el encierro y compartir conversación.

Y qué decir de esos padres recientes, los que cada día ven como sus pequeños pegan un pequeño estirón y se maldicen de que crezcan 'tan rápido'. Este coronavirus asiático les da la oportunidad de que el trabajo no sea lo prioritario. Los juegos se suceden durante horas y los deberes se comparten en la misma mesa con el teletrabajo.

Estos niños de hoy, cuando lleguen los años del mañana, sabrán quien es su padre, le conocerán como persona, porque habrán compartido con él más horas que todas las generaciones anteriores.

No nos olvidamos de aquellos que sí saben lo que es echar de menos, a los que la tecnología no puede ayudar porque lamentan ausencias. Tampoco de los que hoy tienen que ser más fuertes que nunca porque hay alguien que lucha cada minuto contra el COVID-19 o contra cualquier otra enfermedad. Para ellos, este abrazo de los que se leen, que también calientan el alma.

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