Verbenas y charangas se encuentran entre los más afectados por la crisis del coronavirus. La música de 'fiesta' se cancela.
A los sorianos les pasa con el ascenso térmico algo similar a lo que le ocurría al perro de Pavlov cuando este hacía sonar su campana. El can arrancaba a salivar con el sonido metálico porque, durante años, Pavlov le acostumbró a que la comida llegaba instantes después.
Más de dos meses lleva toda la provincia salivando y esperando que empiecen a sonar los acordes. Con el acuerdo entre la Junta de Castilla y León y la Federación Española de Municipios y Provincias para la suspensión de todo festejo (organizado o espontaneo) en la Comunidad, se hizo oficial, pero la mayoría fijó su esperanza en el final del estío. No fue hasta hace pocos días cuando la realidad ponía a todos los pies sobre el suelo. La evolución de la pandemia venía marcada por las palabras rebrote y repunte y Soria entera se hacía consciente de que este será definitivamente un verano sin música; aunque quizá lo más adecuado sea decir que este será un verano sin bailes.
Podrán organizarse conciertos con aforo limitado y localidades fijas manteniendo la distancia de seguridad. No se podrá disfrutar de una verbena en ningún punto de la geografía soriana. Tampoco habrá discotecas móviles. Y las charangas se reservarán, si acaso, para fiestas privadas.
Ellos son los grandes afectados del mundo de la cultura por la crisis derivada del coronavirus porque no existe modo virtual que sustituya su directo. La interacción entre su alegría y la del público es tal que no existe la una sin la otra y, por lo tanto, este 2020 será un año prácticamente en blanco para esta industria de la 'música-diversión'.
La suspensión de las celebraciones festivas ha supuesto un gran varapalo para las charangas, un gremio que contaba con todo el verano planificado. Meses en los que se genera la mayor parte de los ingresos de estas formaciones, muchas convertidas en empresas ante la profesionalización del sector y que ahora ven peligrar su futuro.
Los Cocochas, aunque son una rara avis dentro de este mundo, tendrían ocupado en un verano normal "cada fin de semana en un pueblo distinto, siempre de fiesta". Además, lo normal también sería que actuasen en "todo tipo de fiestas de amigos y, cada vez más, en despedidas de soltero". Eso sería lo normal pero en la nueva normalidad nada es como era antes y se han cancelado "todas" sus citas. Así lo asegura Francisco Javier García, punta de lanza de Los Cocochas, quien reconoce que "es cierto que me han llamado de alguna finca particular, pero no queremos ser más listos que los demás ni poner en riesgo la salud de nadie".
"Una vida sin música es como un viaje por el desierto, pero ahora lo que nos toca a todos es ser prudentes".
Así pues, "este es un verano triste" para la formación y "no porque no vayamos a generar ingresos, sino porque no vamos a poder disfrutar de nuestra gran pasión", afirma García.
El dinero no es lo que preocupa a esta charanga soriana pues Los Cocochas son un ejemplo atípico. "Somos una charanga peculiar, porque no tenemos ánimo de lucro. Lo que ganamos lo empleamos en continuar nuestra formación y tenemos un profesor durante todo el año.. Además, nos damos el gusto y con lo que sobra organizamos meriendas y cenas con nuestras familias y amigos. Somos una Asociación Cultural y Gastronómica y eso es lo que vamos a echar de menos", lamenta Francisco Javier.
Los Cocochas no viven de la música. Son empresarios, agricultores, funcionarios y asalariados. La música es para ellos amor al arte y sobrevivirán al Covid como llevan sobreviviendo 15 años. Tienen "la suerte de contar con un buen administrador y hay dinero para pagar al profesor durante todo el invierno". Pero el dinero no les quita el sueño pues Francisco Javier no duda en asegurar que "si escaseasen los euros los pondríamos de nuestro bolsillo como hacíamos cuando estábamos aprendiendo".
El verano será largo y gris para todos ellos pero Enrique Antón, otro de los veteranos, no quiere acabar sin acordarse de "los profesionales de la música que si no tocan, no comen". A ellos les ofrece una mano tendida. A todos los demás nos recuerda que " La vida sin música es un viaje por el desierto pero ha habido muchísimas bajas y ahora hay que ser prudentes". Eso sí, concluye con una amenaza: "si este año no podemos tocar, el 2021 lo haremos con más fuerzas".