Artículo de opinión de Roberto Vega Peña, entrenador de Base.
Bajo del Espino hacia la puerta de Rabanera por la linajuda calle Caballeros como me está aconsejando Miguel Moreno; ciudad de recio abolengo y de pasado brillante citando al Marqués del Saltillo; atravesando la Soria de los palacios, Renacimiento de insigne pujanza al decir de J.A. Gaya Nuño; hasta plantarme delante de la fachada adornada al estilo churrigueresco por recomendación de Nicolás Rabal. La vanguardista gruta gastronómica de la que quiero relatar su esencia de reconstrucción se encuentra entre los números 12 y 18.
Óscar García Marina es el dueño de este refinado restaurante donde yantar. Hijo de Alvargonzález, allá en Vinuesa, os recuerdo estas palabras escritas de Antonio Machado “el hombre de aquellas tierras, serio y taciturno, habla cuando se le interroga y es sobrio en la respuesta”. Nuestro inconformista y condecorado Chef firma con dos apellidos, como muchos escritores que nos alimentan el espíritu, sabedor de que su talento viene de casa y le han reconocido edad para seguir progresando como lo haría un atleta autóctono. Reconozco la fortuna de permanecer dentro de este ambiente delicado, cuidadoso, placentero, generador de apreciada riqueza para todo el Alto Llano Numantino mientras comparto mesa con el historiador Francisco Calonge sumergidos en todos y ancestrales estratos de nuestra evolución.
¡Cómo me complacería estar dentro de la cocina del Chef de esta gruta mestiza: verlos en su concentrado alboroto, observando cómo obtienen de los productos los sabores, perdiéndome con sus destrezas de equipo! ¿Sabíais que, mediados los años noventa, en la Escuela Regional de Hostelería dependiente de la Diputación Provincial, delante de Ángel Santamarina y de este cronicantor, con afrancesada exquisitez el Chef García Marina empezó a demostrar volar tan alto?
Lectores míos, son tiempos de redescubrimiento y de fidelidad hacia lo nuestro.