Artículo de Carlos Castro
Caracena era el final, la única carretera que trascurría por el valle del río al que da nombre, pasando por Fresno y colgada de una ladera al pasar por Carrascosa de Abajo. Acababa en el pueblo y había que retroceder por tus pasos, reconozco que tenía su encanto, era como el fin del mundo con su estampa de pueblo medieval, su castillo en lo alto y sus iglesias románicas. Ahora ya tiene salida hasta Valderroman. De los últimos autóctonos quedaba Felipe, apodado el gato, un buen día estando con el rebaño se subió a una noguera de las muchas que riega el rio y un resbalón de una rama hizo que cayera al suelo y perdiera la vida. Uno de los chivos del rebaño que le acompañaba se quedó perdido por los riscos del valle y no se dejaba coger, de vez en cuando se le veía por las alturas con una gran cornamenta y una larga barba, en la zona se le empezó a llamar el “espíritu del Felipe” que había quedado en libertad. De aquello han trascurrido ya unos años, y el pueblo parecía que con aquel incidente acabaría vacío porque el resto ya se habían marchado.
Pero aparecieron Santiago y MºAngeles, decidieron iniciar una vida diferente, abandonaron su trabajo en Madrid y se instalaron en Caracena, hace ya más de treinta años, pusieron un rebaño de ovejas, preciosas, ojaladas, finas, de esas que se adaptan al terreno y al frio. Abrieron un pequeño bar en casa donde ahora te puedes comer el mejor cordero asado de Soria y han sido capaces de sacar a 3 hijos comprometidos y responsables adelante con los infinitos viajes en coche de su madre al colegio por una estrecha carretera de curvas.
Me encuentro con Santiago en la taina, rebosa vitalidad, es buen conversador, hablamos de todo un rato y también de lo mal que está el camino, ¡¡como bajas por aquí me dice!! Para salir del valle al páramo llano donde tiene otras tainas hay que salvar una empinada cuesta de menos de un kilómetro por un camino que está impracticable. Lleva así toda la vida, inaccesible para un turismo y solo asequible a un todoterreno puro, lo recorre todos los días varias veces para atender su ganado y su trabajo. Todavía quedan en las viseras que forman los roquedos pequeñas cuevas que aún aprovecha para guardar alguna punta de ganado, un sistema de ganadería heroica que aprovecha los recursos propios de los que tanto hablamos. Zumban las abejas por los espliegos silvestres que están esplendorosos, espigados y en flor, el aire te deleita con alguna bocanada de dulzor a la nariz. Los colmenares tradicionales están abandonados y ahora son los valencianos, que hacen trashumancia con sus colmenas que aparecen de la noche a la mañana en perfectas filas, los que ocupan los tomillares.
La televisión tardó años en verse dignamente en el pueblo y la telefonía móvil ha sido posible gracias a que el propio ayuntamiento se encargó de poner un repetidor y hacerse cargo de los gastos, pero el camino sigue ahí.
Nos cansamos de hablar de las grandes infraestructuras, autovías, trenes, grandes proyectos milagro que salven esta provincia y no vemos la realidad, lo cercano, lo que de verdad importa, una pequeña infraestructura como es un camino que da servicio a un ganadero. Porque al final un camino, un puente, una carretera, un regadío, un teléfono, cobertura, internet etc.. transforman un territorio, lo modernizan lo hacen viable y productivo. Hemos avanzado mucho, pero todavía nos queda hacer muchas inversiones básicas para que esta tierra no se quede anclada en el pasado y ser competitiva. Para eso es necesario un plan, sí, un plan es el diseño de una estrategia para conseguir un objetivo, para eso es necesario preguntarse qué, cómo y para quién. Un plan que decida lo que queremos ser en el futuro y las inversiones que tenemos que hacer para conseguirlo. Si queremos abandonar territorios a su suerte o hacemos inversiones como el camino a Pozuelo, como un símbolo de la dejadez de años, para que se pueda desarrollar proyectos productivos. O el camino que sube al castillo que haga accesible al turismo. Y tantas otras pequeñas inversiones que no salen en la portada de ningún periódico y que son las que trasforman un país. Y harán que si un hijo de Santiago desea continuar lo tenga más fácil que su padre.
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