OPINIóN
Actualizado 24/09/2020 09:28:33
Eder García

Artículo de opinión de Eder García, soriano comprometido.

Ya hemos arrancado varias páginas del calendario desde que nos golpeara de lleno el tsunami que ha supuesto el virus. Todos los aspectos de nuestra vida han sufrido cambios radicales a los que continuamos adaptándonos a golpe de necesidad. Esos cambios, además, afectan de forma diferente según franjas de población.

Mientras que los niños son ejemplo de adaptabilidad con el esfuerzo de familias y escuelas, una parte de la gente joven -y no tan joven- parece olvidar de forma puntual lo que está en juego, y los más mayores van encajando cada nuevo día como un reto. Es a esta parte de la ciudadanía a la que más tenemos que proteger desde el punto de vista de su salud por su evidente vulnerabilidad, pero, eso sí, la salud no empieza y termina con el virus.

Las semanas de estricto confinamiento han supuesto una dura prueba para una parte importante de nuestros mayores. La distancia con las familias, especialmente con sus nietos y nietas, sumada a la interrupción de sus rutinas y a las dificultades de acceso a internet han hecho que muchas personas hayan padecido una terrible soledad. Estas circunstancias han pasado factura en su salud física y mental de una forma notable.

Por eso mismo estamos ahora en el momento de encontrar un necesario equilibrio entre no ponerles en peligro de contagio y asegurarnos de que tienen un mínimo nivel de calidad de vida. Tenemos que darles las herramientas para que, de forma segura, retomen sus paseos, actividades físicas y de ocio con otras personas para que su normal y paulatino deterioro no se vea agudizado. El aislamiento total es casi tan peligroso como el virus.

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