Virginia Re y Damián Navascués decidieron darle un giro radical a su proyecto vital y apostaron por San Felices. Combinan la trufa, la lavanda y el lavandín con el turismo rural.
El morado es color de moda en San Felices. Esta tonalidad baña buena parte de sus campos durante los meses de verano y la razón está en el proyecto vital de Virginia Re y Damián Navascués. Ellos viven en San Felices desde hace 11 años y desembarcaron en la localidad con una apuesta decidida a la vez que valiente. Tenían claro que querían vivir en Soria y centraron sus esfuerzos en una plantación trufera. Pero la encina requiere su tiempo y el diamante negro tarda a florecer unos 10 años. Para que la espera no se hiciese demasiado cuesta arriba "decidimos aprovechar las características de la zona (conocida en la antigüedad el espliego salvaje) y explotar las cualidades de la lavanda y el lavandín", explica Virginia Re.
Virginia recuerda a la perfección su llegada a San Felices. Cuenta que, embarazada de seis meses, "decidí dejar mi trabajo como directora de una importante empresa de telecomunicaciones porque había un bichito dentro de mí que necesitaba tranquilidad". Una anécdota marcó su porvenir: "Me dejé el móvil en casa y su ausencia no me daba ansiedad. Descubrí que había vida más allá y yo quería vivirla", expresa.
Ella hizo suyo el camino de Damián, "que decidió vender su empresa de telecomunicaciones", y juntos decidieron extraer el máximo partido del regalo que les hizo la madre de este en forma de tierras. "Al heredar algunas tierras nos arriesgamos a comprar unas e intercambiar otras con amigos y conocidos para hacer una pequeña concentración parcelaria". El germen creció con fuerza para demostrarles que esa apuesta original se dirigía en la dirección correcta.
Virginia y Damián explotan en la actualidad 60 hectáreas de lavanda y lavandín. Dos cultivos a priori parecidos pero con particularidades importantes. "La lavanda es muy especial, requiere tierra de calidad y una altura por encima de los 900 metros pero sin que esta sea demasiada", cuenta para añadir que "es maravillosa, tiene un rendimiento inferior al lavandín, pero el precio por kilogramo de aceite esencial es cuatro veces mayor".
Europa regula con duras exigencias el cultivo de lavanda
Un precio que viene dado por sus mejores cualidades pero también porque las exigencias para su cultivo son significativas. "Debes plantar un esqueje certificado porque es un producto totalmente regulado por la Comisión Europea debido a que ciertos componentes pueden resultar tóxicos si se consumen", explica Virginia Re. Antes de plantar los esquejes se debe dejar el terreno dos o tres años en barbecho y someterlo a una "buena" limpieza. Y con la planta en marcha no se pueden emplear fertilizantes ni insecticidas.
La lavanda y el lavandín tienen precios tres veces superiores al cereal
Después de este meticuloso proceso se pueden alcanzar rendimientos de 550 euros por hectárea en el caso del lavandín y 850 en el de la lavanda (cifras tres veces por encima a las que ofrece el cereal). Este rédito se extiende durante 16 y 12 años, la vida útil de la planta de lavandín y lavanda respectivamente.
Los últimos compases del verano marcan el inicio de la cosecha. La flor recoge con una "cosechadora de maíz adaptada" que la tritura y deposita en un cajón de acero inoxidable que se cierra herméticamente para enchufarse a la destilería. Entonces comienza la magia de la destilación al "mezclarse el agua con el hidrolato para obtener aceite esencial gracias al proceso de decantación". Ese aceite esencial es lo que da sentido al trabajo de este matrimonio y también el motivo de la explosión turística de San Felices.
Virginia Re y Damián Navascués son también los responsables del Centro de Turismo Rural Las Abadías. "Empezamos en el campo, pero pronto decidí que necesitaba algo más. Pusimos en pie un lugar para que el visitante que venga a conocer el pueblo y lo que hacemos y esté a gusto, descanse y coma fenomenal", explica Virginia.
Las Abadías, y un verano repleto de turistas en busca del selfie perfecto, les ha hecho conscientes de la importancia de potenciar este recurso. Si el Covid-19 lo permite, su intención es parcelar una zona de cara al año que viene para "ponérselo fácil al visitante con cultivos más accesibles. Además, así si se quieren llevar un ramo, pues perfecto", cuenta. A medio o largo plazo, su sueño sería "utilizar la herencia de mi madre para crear un centro de interpretación de la lavanda. Sé que le hubiese hecho ilusión", concluye.Seguro que a San Felices también le hará.