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CAPITAL
Actualizado 08/12/2020 09:40:17

Reyes Martínez ha dejado la presidencia provincial de CSIF después de 20 años: "El sindicalismo se adaptará a la sociedad, pero siempre hará falta", recuerda. Mucho ha cambiado la actividad sindical desde que esta arrolladora, singular, controvertida y excepcional sindicalista secundara por primera vez una huelga, convocada en el Instituto Nacional de Asistencia Social, en Madrid, en el año 1978.

El sindicalismo provincial ha perdido a su 'decana', Reyes Martínez Olmos, que ha dejado la presidencia de la Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSIF) después de 20 años, sindicato en el que también era la dirigente más veterana a nivel nacional.
El pasado 28 de septiembre dejó de ser la presidenta de CSIF Soria, sustituyéndole Enrique Guiu, que preside la gestora que se ha constituido, porque no se ha podido celebrar el congreso previsto por el Covid-19. Eso sí, Reyes Martínez aclara que nunca podrá abandonar del todo el compromiso sindical, aunque ahora esté detrás de la barrera.

-¿Cómo fueron tus inicios en el sindicalismo?
-Siempre he sido reivindicativa. Se hizo una huelga en el INAS (Instituto Nacional de Asistencia Social de Madrid, donde estaban las escuelas infantiles, los centros base como el de Ángel de la guarda II de Soria (el I estaba en Madrid, por cierto), los centros de acogida o los comedores sociales. Estamos hablando de 1978, casi nada.
Recuerdo que la primera palabra que escuché fue 'esquirol', porque como otros compañeros no la había secundado. Me llegó tanto que fui a la huelga, y a partir de ese momento, de esquirola nada. Y ahí empezó todo. Comence a tener contacto con UGT, CC.OO. y CNT, porque entonces no existía CSIF.
Luego, de Madrid me trasladé a Soria, para trabajar en la Escuela Infantil Virgen del Espino. Por unos problemas que tuvieron en las listas, CSIF -que aún no se llamaba así- me pidió el favor de que me presentara en sus listas en las elecciones sindicales, acepté y salí. La única de CSIF, de 21 representantes en el Comité de Empresa. A partir de ahí, me volvieron a pedir que me liberara, y fui presidenta provincial de CSIF por primera vez en el año 2000. La entonces presidenta, Nines Fuentes, no quería seguir, y corríamos el riesgo de que viniera alguien de fuera a ocupar el puesto. Así que me postulé y conté con el apoyo unánime de los afiliados.

-¿Cómo era aquel sindicalismo de la Transición democrática?
-Era todo calle y contacto con los trabajadores, todo era reivindicación. Como nosotros éramos un sindicato muy nuevo, con un perfil completamente independiente y despolitizado, como seguimos siendo ahora, teníamos que explicarnos muy bien, para convencer. Además, UGT y CC.OO. iban a muerte a por nosotros, porque no querían que nos hiciéramos un hueco y que creciéramos. Eran tiempos de mucha radicalidad, de 'quemaruedas', de mucha convulsión política y social, en una democracia incipiente. Un sindicalismo profesional y más tranquilo, como el nuestro, era difícil de defender.

-CSIF tenía la etiqueta de sindicato amarillo...
-Sí, y no se por qué ese sanbenito, que afortunadamente ha desaparecido. A los sindicatos de clase les convenía alimentar esa etiqueta. Decían que procediamos del franquismo, del sindicalismo vertical. Ahora, a veces tratan de identificarnos con la derecha, cuando quieren malmeter.
Pero no hay nada de todo eso. Somos un sindicato joven, moderno, muy plural, serio y profesional, que partió de un grupo sindical de enseñanza, al que se fueron agrupando otros colectivos de colectivos de funcionarios. Por eso al principio solo era de funcionarios, luego incorporamos a los empleados públicos laborales, y ahora estamos entrando en la empresa privada, donde nuestro modelo y alternativa sindical independiente está siendo muy bien acogida.

-¿Tienen futuro los sindicatos en la sociedad actual?
-Claro, son necesarios e imprescindibles. Siempre vamos a tener que defender los derechos y los intereses de los trabajadores, ante las administraciones o los empresarios. Será un sindicalismo menos politizado e ideológico, porque la sociedad ha evolucionado y el perfil de trabajador ha cambiado, respecto a ese concepto trasnochado de proletariado que ha estado vigente hasta hace poco. Pero se van a tener que seguir negociando las condiciones laborales, el encaje de los derechos del trabajador, en una sociedad, en la que creo que los políticos, cada vez más, lo quieren controlar y decretar todo, sin margen a la negociación, al consenso, al diálogo.
La gestión de la administracion y de los gobiernos ejecutivos, cada vez tienen más tics autoritarios, algo que me preocupa mucho. Lo estamos viendo con claridad en estos momentos de gestión de la pandemia, tanto en el Gobierno central como en la Junta de Castilla y León. El futuro del sindicalismo se adaptará a la sociedad que tengamos, y le va a tocar defender una clase media mayoritaria que se la están cargando. La situación de los trabajadores, ahora, es peor que hace veinte años.
El futuro del sindicalismo pasa, también, por la actualización y modernización de la Ley Sindical, hecha en la Transición por UGT y CC.OO, que propicia el blindaje de sus intereses, pero que ha quedado desfasada y no responde a la realidad plural y democrática del sindicalismo actual. La 'regeneración' tiene que llegar también al ámbito sindical.

-¿Por qué el empleado público tiene una imagen negativa entre muchos ciudadanos?
-No lo se. Supongo que es porque se le ve como un privilegiado, con un empleo y un salario seguro. Las administraciones no trasladan una imagen positiva, cuando la inmensa mayoría de los trabajadores públicos se vuelcan en el servicio a los ciudadanos, y sus necesidades. Al contrario de lo que ocurre en la empresa privada, cualquier ciudadano tiene acceso a un puesto de trabajo en la administración, es algo abierto, que requiere superar una selección, eso sí, y que merece un respeto.
Pero no es oro todo lo que reluce. El empleado público es lo más fácil de criticar, de recortar, está al capricho de los políticos No es ningún chollo ser funcionario, llevamos muchos años muy duros. Y los salarios son muyjustitos, para buena parte de los funcionarios.

-¿Cuál es el recuerdo más agradable que guarda de todos estos años de sindicalismo?
En tantos años han sido muchas las experiencias vividas. Pero, sin duda, me quedo con la gente, con los compañeros, muchos ya amigos personales. Compañeros no solo de mi sindicato, sino también de otros con los que he compartido mucho momentos, algunos duros.

-¿Y el momento más duro?
Cuando se pierden delegados en unas elecciones. Piensas en el trabajo de muchas personas, en la decepción que genera... O cuando no sacas adelante una negociación, en la que tantos trabajadores han depositado tu confianza en tí. Es mucha responsabilidad.

-¿Qué papel tienen los funcionarios en Soria?
-Defender el futuro de Soria es defender a los casi 9.000 empleado públicos que hay, y que son un pilar esencial de la estructura de la provincia. No entiendo que haya sorianos que se alegren cuando las cosas les van a mal a los funcionarios. En la pasada crisis de 2008 y años posteriores, hubo sorianos que aplaudieron que nos bajaran el sueldo, que no nos pagaran la paga extra. Es triste y una irresponsabilidad, porque parte de los sectores económicos de Soria, como el comercio o la hostelería, dependen -en buena medida- de los empleados públicos y de su consumo.
Si nos va mal, le va también mal a la provincia.. Soria es todo pequeñas o medianas empresas, y la provincia se sujeta gracias al tejido de los empleados públicos. Tenemos que rechazar la reducción de empleados públicos en Soria, que se van suprimiendo con el silencio de los responsables políticos. La sociedad soriana tiene que reaccionar y contestar", insiste.

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