A los más mayores, las gachas les sabrán a necesidades, a postguerra, a dificultades... Los más jóvenes ni sabrán que son. Es un plato contundente de la gastronomía tradicional soriana, del pasado reciente de las familias de Soria, que merece que los abuelos, los padres y los más jóvenes compartamos en una mesa. Servirá para recordar, para poner en valor la vida, las que nuestros mayores han tenido, y de la que -quizás- los más jóvenes no sean conscientes. Manos a la harina.
Porque la harina es el principal ingrediente de las gachas, un producto de lujo en tiempos de cartillas de racionamiento o de necesidades económicas. Pero todos los que las han comido coincidirán en destacar lo buenas que estaban, bien porque realmente son deliciosas de sabor, o quizás porque no había otra cosa para comer. Prepararlas es sencillo.
Tuesta la harina en una sartén con aceite oliva virgen mezclada con grasa de torrezno, en la que hemos rehogado unos dientes de ajo (picados o no, según los gustos). Cuando la harina está tostada se añade agua, recociendo la harina suavemente, removiendo como si se estuviera haciendo bechamel. Hay que salpimentar y remover hasta que las gachas estén en el punto de textura. Y ya está. Listas.
Ahora, se pueden echar unos trocitos de torrezno de Soria, que se han hecho previamente. También se puede añadir un poco de pimentón; y las gachas se pueden acompañar de unos tostos de pan, de chorizo frito, de patatas cocidas o fritas, de verduras... Admiten muchos productos, algunos pura delicatessen, como la trufa; aunque de lo que se trata -con esta receta-, es de saber cómo sabían esas gachas de harina, qu se comieron hace décadas en las casas de nuestros abuelos y padres. Luego, puedes volcar toda la imaginación gastronómica posible.