Este domingo el Numancia necesita un milagro para no regresar a donde estaba hace 30 años. Pero tal vez lo importante no sea jugar en Segunda, en Tercera o en Cuarta. O tal vez sí.
El abismo se abre ante los pies del Club Deportivo Numancia. Sin saber muy bien cómo ha sucedido, en medio de una pandemia mundial y sin solución de continuidad el Numancia parece haberse ido al garete y nadie sabe dónde estará el tope de esta bajada a los infiernos. Solo un milagro evitará que el club soriano de un salto hacia atrás de 30 años este domingo.
Algunos, como este que escribe, solo hemos conocido a nuestro Club Deportivo Numancia en su etapa dorada. Algunos siempre hemos pensado que aquel “recordar de dónde venimos” era una cortina de humo. Servidor nació el 7 de marzo de 1989, y solo 3 meses después el Numancia lograba su, por entonces, mayor hito; salir de Tercera y convertirse en un club de Segunda B.
Lo que vino después todos lo conocemos. Los mejores 30 años de la historia del club, la movilización de una provincia entorno a dos colores (porque nuestro Numancia siempre fue casaca roja y pantalón azul), el convertir a un club de fútbol en motor y orgullo de una tierra tan necesitada. Alegrías y penas que entonces sentíamos en el corazón pero que hoy calan hasta lo más profundo del alma.
Dicen que recordar es volver a vivir, pero ahora que el final se ve cerca recordar es ponerse a llorar. A cada numantino le llegan los recuerdos hasta donde su DNI le alcanza. Los míos comienzan en un berrinche monumental por no poder ir Camp Nou a ver aquella mítica Copa, en las gradas de chapa del viejo Los Pajaritos en una temporada magnifica que acabó en ascenso ante el Recre y en Octavio sacando de banda pegado en un cartel.
Luego vendría lo que todos hemos conocido, lo que ha vivido la última generación que se hizo del Numancia de forma masiva. Jugar a ser Iván Rocha en la cancha roja, el rumano de Rumanía y su hat-trick al Madrid, las fiestas en el Picadillo, Ojeda sobre Roberto Carlos, aquella remontada en Valladolid, el gol anulado a Songo´o, Nagore haciéndote sentir orgulloso, invadir Los Pajaritos en un nuevo ascenso, el futbol como excusa para viajar por España, el Diamankazo, el descenso en Getafe, las faltas de Del Pino, o de Julio, o de Barkero, el Numancia abriendo los telediarios, los exóticos Patrick Suffo y Lee Chun-soo, un sorianizado Álvaro Núñez, el ir a Sevilla a ganar, el gol del soriano Mario al mejor equipo de la historia, el póster de la 96-97, recibir a los equipos visitantes en búsqueda de un autógrafo, el área helada de Los Pajaritos, la calefacción, la Copa en el Bernabeu, Raúl en el Día Después y Ruben Navarro y Aranda y el Caco Morán y José Rojo Martín y Goiko y Lotina y...
Todo eso era, es y será para mí el Numancia. Porque sí, las categorías se ganan y se pierden, pero los recuerdos y los sentimientos son eternos. Los hay que piensan que tal vez esto nos venga bien, a modo de catarsis para librarnos de todo lastre y poder empezar de cero. Puede que lleven razón. O tal vez no. Quizá el Numancia vuelva a ser lo que fue. Ojalá. Y ser lo que fue no significa volver a Primera, significa ser capaz de crear nuevas generaciones de numantinos que de aquí a 30 años estén recordando con lágrimas en los ojos las hazañas del club de sus amores, del club de su ciudad.