Juan Carlos García Hernández, joven comprometido y alcalde de Fuentecantos, envía esta carta al director reflexionando sobre las imágenes de jóvenes que se han podido ver este fin de semana tras el fin del Estado de Alarma.
El domingo decayó el estado de alarma, esa herramienta constitucional que algunos interesadamente se han encargado de criminalizar, y por tanto, ciertos derechos fundamentales no pueden verse limitados, aunque seguimos con restricciones, aunque seguimos en plena pandemia con tasas de contagios disparadas como en nuestro querido Moncayo.
Cayó el estado de alarma, y se armó la marimorena. Seis denuncias por hacer botellón en la dehesa, otras seis por incumplir ese toque de queda de 2 horas que quedaba en el limbo de la ley el sábado por la noche, y el domingo por la mañana, miles de videos en redes sociales de las juergas nocturnas.
Más allá de lo obvio, que parece que a algunos se les ha olvidado lo sufrido como sociedad, más allá de que se han olvidado de los miles de contagios, de las secuelas que quedan entre muchos jóvenes y que todos conocemos a algunos, y por desgracia, más allá de la poca empatía y responsabilidad con las familias de los bastantes fallecidos en esta pandemia, hay que mirar el trasfondo de este comportamiento social.
Lo primero que hay que dejar claro es que no son los jóvenes, sino algunos jóvenes los que se han comportado de forma mezquina con el resto de la sociedad (pocos, pero con mucho ruido) no hay que olvidar poner en perspectiva el número de jóvenes con este comportamiento. Parece obvio, pero en muchas de las conversaciones se implantará el “qué irresponsables los jóvenes”, tratando de criminalizar a un colectivo y de desacreditar lo que este segmento de la población tenemos que decir. Meternos a todos en un saco también es una manera de no querer ver más allá, y sobre todo, de justificar una actitud injustificable de algunas personas en concreto que no tienen la legitimidad de representar a nadie. A MI NO ME REPRESENTAN.
Mientras el sábado se producían todos estos videos festivos, el domingo fue el día de la indignación de la mayoría, que aún teniendo ganas de salir a la calle, se mostraron de una manera responsable, porque todos tenemos a alguien cercano de riesgo y sin vacunar, y sobre todo, porque todos tenemos a algún amigo/a que ha sufrido su primera experiencia laboral en un hospital casi sin medios y combatiendo a un virus, con una enorme solidaridad, y afrontando los primeros miedos laborales para ayudar con su formación y motivación a superar esta crisis sanitaria.
Pero, por desgracia, la juventud de nuestro país venía ya muy dañada, y esto, tiene que ver con lo ocurrido en la noche del sábado.
Somos hijos de la crisis, la del 2008, y ahora de ésta. Una palabra que ha marcado nuestro crecimiento, pero, sobre todo, una palabra que va más allá de lo económico. Somos hijos de una crisis económica, social y de valores.
Una crisis de valores, que más allá del hecho puntual de lo acontecido el sábado noche, refleja una realidad, Preferimos estar socialmente aceptados por nuestros iguales antes que tener ética personal, desvirtuamos nuestra propia opinión y la ponemos en manos de un ente abstracto que es un rebaño, con una mirada muy corta, pues nuestros iguales son tan diversos como jóvenes hay en el mundo. No estamos educados para saber en qué consiste la libertad, una palabra tan manida en estos últimos tiempos, que algunos intencionadamente han decidido vaciarla de sentido para asociarla a una cerveza o vino ¿Tienen libertad los jóvenes Sorianos que tienen que emigrar para poder estudiar? ¿Tenemos libertad cuando en vez de becarios somos trabajadores no remunerados? ¿Tenemos libertad cuando la edad de emancipación de los jóvenes se sitúa en los 30 años? Paradójicamente, aquellos sorianos que ayer celebraron esta misma palabra, viven presos y oprimidos por la falta de oportunidad que te impide ser dueño de tu presente y de tu futuro.
Lo ocurrido es, por tanto, fruto de la desesperación. Parece pues que ésta ha sido la manera de llamar la atención para que se nos tenga en cuenta a los jóvenes. No se nos tiene en cuenta cuando se cambian sistemáticamente las leyes educativas sin preguntar a nuestros docentes o a nosotros como usuarios. Frustración por ese paternalismo que cree que carecemos de opinión, o de aquellos que parecen olvidar que el paro juvenil en España roza el 40%, que, hasta la llegada de esta ministra, parece que sus predecesores prefirieron olvidar en vez de afrontar.
Vivimos en la resignación, y por desgracia, muchos jóvenes han dejado atrás la lucha por lo que creemos y la construcción de algo en conjunto como sociedad. Soy un joven de 22 años con un contrato temporal y viviendo en la España rural. Sé que no es nada fácil, pero entiendo que, o trabajas para cambiar el sistema o el conformismo te hará sucumbir a sus defectos. O construimos nuestro propio futuro, con nuestra diversidad y propuestas, o el futuro que tenemos se llama precariedad.
Y por último, una crisis social. Esta se muestra cuando muchos de los referentes de los jóvenes se saltan las restricciones sanitarias, lo vimos con los jugadores del Barca, pero también con los del propio Numancia. Cuando un referente se salta las normas de convivencia, su ejemplo lleva a que muchas personas también se las salten. Tampoco ayuda, cuando hace 7 días, vimos a representantes públicos bailando, y arengando a masas con música en la calle, ¿Es consecuencia este comportamiento juvenil de las arengas de los políticos, o es la impunidad hacia estos lo que hace que miles de jóvenes salgan a la calle? Una crisis social que alarma en los jóvenes, cuando el suicidio es la tercera causa de muerte en el grupo de edad de entre los 15 a los 29 años, superado sólo por las causas externas de mortalidad y los tumores, y que urge a tomar medidas concretas y realizar un plan de choque para las y los jóvenes de nuestro país.
La madurez de muchos ha quedado en tela de juicio, pero, ¿será el sistema capaz de ser maduro para ofrecer expectativas de futuro a quienes se sienten libres por beber un trago de alcohol?