Francisco Valero Plaza, biznieto de Lorenzo Plaza, último poseedor del mayorazgo que fundó en Quintana Redonda Miguel de Antona, trata de poner algo de luz sobre la figura de su antepasado, muchas veces confundido con el Velasquillo. Pide al Ayuntamiento una calle para este "loco muy cuerdo" en la localidad del Izana.
Permítanme en primer lugar darles las gracias por la oportunidad que me ofrece Soria Noticias para desmontar algún entuerto y poner en valor la figura de quien sin duda fue el personaje que más veces y con más fuerza puso en la historia el nombre de Quintana Redonda, “su” pueblo, a pesar de que su lugar de natalicio fue Monasterio, aldea de la villa de Calatañazor. Sin duda alguna serán muchos los que se imaginan que quiero hablar, de Miguel de Antona, de mi antepasado, quien en este pueblo fundara un mayorazgo, cuyo último poseedor, Lorenzo Plaza, fue mi bisabuelo.
El principal objeto de este artículo es tratar, es duro y cuesta trabajo, de deshacer el error y anacronismo que se ha creado y se sigue propagando al asociar la figura de Miguel de Antona, criado que fue de Felipe II, con otro bufón llamado Velasquillo.
Velasquillo fue un bufón de los Reyes Católicos, a quien mucho apreciaron y con quienes estuvo en la conquista de Granada, tanto es así que fue en la toma de Ronda cuando falleció y en donde se enterró, corría el mes de mayo de 1485. Por lo tanto, en modo alguno puede confundirse con Miguel de Antona que falleció en 1570.
Existió otro Velasquillo, en tiempos del rey Felipe IV (1606-1665) que es con quien más se ha asociado, relacionado y confundido Miguel de Antona. Ambos reyes a quienes sirvieron, eran de la casa de Austria, los dos se llamaban Felipe, sus mujeres que coincidieron con ambos bufones, se llamaban Isabel, la de Valois y la Borbón, esta última relacionada con el conde de Villamedia, quien en un juego de Cañas en la plaza mayor de Madrid, al que asistió el rey Felipe IV y su mujer, tuvo la gran osadía de salir con un estandarte en el que se leía “Son mis amores… y luego unos reales de plata”, Velasquillo, que estaba en el palco, al verlo dio un par de saltos y exclamo con fuerza “son reales, son reales…” con lo cual se creó un gran alboroto que tendría trágicas consecuencias para el conde, el asesino nunca fue descubierto, pero el pueblo, siempre ocurrente, señaló que tras la mano homicida podría encontrarse alguien de la más alta alcurnia, “el matador fue Bellido, pero el impulso Soberano”.
Con estas referencias creemos que queda poca duda de que en ningún caso se puede confundir a Miguel de Antona con ninguno de los dos Velasquillos.
Pero entonces surge la pregunta, a qué o a quien se debe esta confusión y no hay forma de detenerla, el inicio del desconcierto no está claro, sí podemos afirmar que cuando en el año 1752 se realizó el Catastro del Marqués de la Ensenada al hacer las averiguaciones en el pueblo de La Milana, en donde Miguel de Antona había comprado unas casas y tierras para que con su fruto poder sufragar una capellanía que había fundado a su muerte en Quintana Redonda, aparece la relación de Antona con Velasquillo cuando se dice: “Capellanía que en el lugar de Quintana Redonda fundó Miguel de Antona, alias Belasquillo”.
Pero sería, como dice don Florentino Zamora Lucas, al referirse a lo publicado por Loperráez Corvalán en su famoso libro Descripción Histórica del Obispado de Osma (1788): cuando habla de Miguel de Antona, “Loperráez, en un párrafo de once líneas aparecen ocho inexactitudes”.
Esta obra de Loperráez fue la fuente en la que bebieron otros autores propagando así el desconcierto. Pocos años después, en 1792, sería Larruga quien, al referirse a Quintana Redonda, diga: “Es nombrado este pueblo por haber sido patria de Velasquillo, bufón del Rey Felipe IV” (en esta frase hay tres errores, Miguel de Antona no nació en Quintana, sino en Monasterio, no era Velasquillo, ni tampoco bufón de Felipe IV, en una sola línea). Más tarde lo cita Madoz en 1848, y al igual que Loperráez, indica erróneamente, que era bufón de Felipe IV, otros dos ilustres historiadores sorianos, como es el caso de Antonio Pérez Rioja en 1883 y Nicolás Rabal en 1889, se expresen de forma muy similar, sin reparar ninguno en el error de Loperráez.
Creemos que con este escueto resumen haber deshecho el error de la confusión; pasaremos ahora a dar unas pinceladas de la vida de este loco muy cuerdo criado que fue de su Majestad Felipe II, con quien el rey acostumbraba a pasear junto con Almaguer, alcalde de la villa de El Escorial, y del prior del Monasterio, mientras se estuvieron realizando las obras de El Escorial.
Miguel de Antona no nació en Quintana Redonda, su lugar de natalicio fue “del lugar de Monasterio donde yo soi natural aldea de la villa de Calatañazor”, no está claro cuando coincidió con Felipe II y se incorporó a la Corte, puede que aconteciera cuando en un viaje de este rey, en 1551, pasó por Quintana Redonda y que sus dichos y gracias le agradaran y se lo llevase con él, la fecha concreta de su estancia en la Corte fue con motivo de la boda de Felipe II con Isabel de Valois en 1561 en Guadalajara, de la que da cuenta Miguel Martel.
Sus años en la Corte coincidieron con los de la reina Isabel de Valois de la que se convirtió en una verdadera pesadilla; se cuenta que con ella tuvo dos anécdotas que tienen mucha verosimilitud de ser reales, podríamos afirmar que lo fueron. Una de ellas fue cuando la reina, al casarse todavía no había menstruado, preguntó a la princesa de Éboli que era lo que por Palacio iba pregonando la sabandija del rey (Miguel de Antona) quien había tenido noticia de las abundantes cartas que, la gran Catalina de Médicis madre de la reina, mandaba a su hija dándole indicaciones para facilitar el sangrado de la matriz, en una de ellas le decía que debía hacer pediluvio antes de acostarse (lavarse los pies con agua y aromas) el bufón se encargó de irlo propagando por la Corte, pero con el añadido que los pediluvios los debía de hacer con lecha de burra, en clara alusión a que la amante del padre de la reina, Enrique II, se vanagloriaba de que su belleza y atractivos se debían a que todas las noches antes de acostarse se bañaba en leche de burra. La otra anécdota fue cuando Felipe II mandó a Miguel de Antona que se pusiese de guardián en una puerta y que no dejase pasar a nadie, la primera persona que intentó entrar fue la reina y al ver que el bufón impedía su paso le dijo, quita de ahí sabandija del rey, le dio un empujón y logró entrar, pero no pudo impedir que el bufón agarrase su capa y se quedase con ella, cuando el rey se enteró y supo de lo sucedido, en recompensa por ser un fiel servidor, le dio como obsequio la capa de la reina que la tradición cuenta que con ella se hizo el palio de la parroquia de Quintana.
De Miguel de Antona se hicieron tres retratos o pinturas, la primera de ellas y la única que se hizo del natural fue cuando en una visita a Quintana Redonda para fundar su Mayorazgo y una Capellanía en 1565 se arregló la iglesia a su cuenta y en el altar mayor se hizo el retablo de la Magdalena, pintando a sus pies la figura de Miguel de Antona y de su mujer María Rodríguez, este cuadro fue pasto de las llamas en el voraz incendio que en 1918 destruyó totalmente dicha iglesia. Después de la muerte de Antona el rey Felipe II mandó para cumplir su memoria que en la iglesia de la villa de El Escorial, en la primera capilla del lado de la epístola, se hiciese otro altar también dedicado a la Magdalena y que a sus pies hincado de rodillas se pintase a Miguel de Antona, esta pintura la realizó Rodrigo de Holanda, pintor de pincel que estaba realizando diversos trabajos en el Monasterio en el año 1577, es decir 7 años después de la muerte de Miguel, este retablo también fue destruido con motivo de la Guerra Civil al convertirse la iglesia en un almacén y ser eliminados todo los altares de su interior. La tercera pintura, que es la única que se conserva, es la que se encuentra en un friso de la escalera principal del real Monasterio de El Escorial, obra del pintor italiano Luca Jordán, se realizó en el año 1693 es decir un siglo más tarde de la muerte de Antona.
Por último, sería mucho lo que se puede escribir de este ilustre personaje, decir, pedir, casi suplicar a la ilustre corporación municipal de Quintana Redonda a quien Miguel de Antona consideró su pueblo, tuviese a bien dedicarle una calle, algo que llevo tiempo pidiendo sin resultado positivo. Sí, ya sé que el Centro Social de este pueblo se quiso dedicar a este personaje, pero con el pequeño detalle que se le puso el nombre de Velasquillo, pobre Miguel de Antona también en tu pueblo no pocos te tienen olvidado.
Para quien esté interesado en saber más de este “loco muy cuerdo” que atesoró una buena fortuna e incluso llegó a ser nombrado por el rey procurador por Soria les remito a mi libro “Miguel de Antona en la Corte de Felipe II” o mi blog en donde, de una forma novelada, tengo un amplio artículo sobre el Mayorazgo de Quintana Redonda.