Viajamos a conocer los lugares más silenciosos y vacíos de toda Soria, que, a su vez, nos proporcionan parte de la historia de la provincia. ‘La Ruta de los despoblados’, que así la hemos llamado, nos remontará años atrás y nos ayudará a imaginarnos cómo serían sus casas, calles e iglesias a través de sus ruinas, reconstruyendo un pueblo fantasma al que le han robado su espíritu, sus gentes.
Recorreremos la zona de Tierras Altas de Soria en busca de los grandes despoblados, ya que la comarca es una de las que más profundamente ha sufrido los efectos de la despoblación. Allí encontraremos pueblos antes habitados, pero que ahora permanecen en el más absoluto olvido y abandono. Villaseca Bajera es uno de ellos. De él solo quedan los esqueletos de lo que un día fue un pueblo de 64 casas con 244 vecinos.
El siguiente destino es un pequeño pueblo llamado Torretarancho, muy próximo a San Pedro Manrique y situado justo antes de llegar al cruce de Valtajeros. Este despoblado contaba con 18 casas en el siglo XVIII, pero se quedó sin sus gentes en 1845. Desde ese momento, lo único que queda de Torretarancho son muros de piedra y la imaginación de cada viajero para reconstruir cómo sería la panorámica del pueblo.
Por último, visitaremos Aldealcardo, pueblo deshabitado, pero mucho mejor conservado que Villaseca Bajera y Torretarancho. Lo que más nos va a llamar la atención en este despoblado va a ser su iglesia parroquial de San Clemente, de finales del siglo XVI; conjunto arquitectónico cuya nave y presbiterio todavía pueden diferenciarse a la perfección.
Al entrar en el pueblo, te invade una sensación de desolación absoluta. Lo primero que nos llama la atención es una casa que todavía conserva su balcón. Imaginamos que desde este sus dueños, con café en mano, disfrutarían de las vistas del espacio natural. El municipio se encuentra cerca de la carretera SO-615, que une las localidades de Garray y Yanguas, siguiendo el desvío que lleva a la localidad de Valduérteles. La carretera divide en dos a Villaseca Bajera. A diferencia de otros despoblados de la zona, la inexistencia de vías de comunicación no fue el motivo de su abandono.
De este abandonado solo quedan las ruinas de las grandes casas que hubo en el pasado. La iglesia ha quedado totalmente desconectada del pueblo y se encuentra alejada, aproximadamente a cien metros del nexo poblacional, sobre un campo de trigo. De la iglesia se conserva la estructura abovedada y el resto de las hornacinas sepulturales, del techo casi no queda nada. En 1842 había 64 casas y 244 vecinos, casi 100 años después, en 1961, la población descendió y el pueblo se quedó solo con 5 habitantes.
El despoblado de Torretarrancho, peor conservado de los tres pueblos que vamos a recorrer, se encuentra casi a pie de la carretera SO-630. Pasado San Pedro Manrique y tomando la dirección a Magaña, unos metros antes de llegar al cruce de Valtajeros, hay un estrecho camino de entrada y desde ahí, subiendo un repecho, se llega a lo que queda de este pueblo.
Torretarrancho limita al Este con Las Fuesas, al Oeste con Valtajeros, al Norte con Valdelavilla y al Sur con Fuentes de Magaña. Se dedicaban, como la gran mayoría de los pueblos sorianos, a la agricultura y la ganadería. En 1743 vivían once vecinos que tenían 18 casas, en once de ellas residían los vecinos y cuatro se utilizaban para guardar hierba y paja. Por lo que sabemos, en Torretarrancho habitaban seis pastores de ovejas trashumantes. Además residían tres labradores y un carpintero.
Cuando un siglo después, en 1845, se recaba información para un Diccionario Geográfico, se descubre que el pueblo pertenecía a Suellacabras y, por ese entonces, solo vivían en él tres vecinos.
Sin duda, es uno de los pueblos mejor conservados que visitaremos en esta ruta, aunque la maleza ya se está apoderando de lo que queda de él. Conocido popularmente como ‘La Aldea’, encontramos el pueblo despoblado de Aldealcardo en la comarca de Tierras Altas, próximo a la sierra del Hayedo. Este municipio llegó a contar con una veintena de casas. El pueblo, como todos los de la comarca, tuvo mucho impulso en siglos pasados debido a la ganadería, donde destacaba el papel de la oveja en la trashumancia y en menor número, el de los rebaños de cabras.
Al ser un pueblo de gran extensión, en los últimos años de vida de Aldealcardo llegó a haber una tienda situada en el edificio del Ayuntamiento. Además, los vecinos llegaron a tener luz eléctrica, pero el pueblo ya había iniciado su sentencia de muerte. La falta de expectativas en el trabajo agrícola, así como el auge industrial que se estaba dando en las principales ciudades, animó a los más jóvenes a emigrar en busca de una mejora en la calidad de vida consiguiendo trabajo en diferentes oficios. Desde ese momento, cada vez que se regresaba a Aldealcardo era para llevarse a los pocos familiares que quedaban del pueblo a urbes como Soria, Logroño, Bilbao, Barcelona y Zaragoza.
Finalmente, en octubre de 1972, solo quedaron tres casas abiertas, que posteriormente abandonaron el pueblo para marcharse a Soria. A partir de ese momento, el pueblo se quedó vacío y en silencio. La mayoría de la gente, sobre todo de los alrededores, acudían al municipio en busca de material para construir sus casas. Las tejas fueron las primeras en desaparecer, luego piedras, puertas, ventanas y todo lo que pudiera ser de utilidad.
La iglesia, de final del siglo XVI, sin excesiva decoración en el exterior (excepto por el antiguo frontón de la parte trasera de la iglesia) esconde varios elementos constructivos en su interior. Al entrar a la iglesia te llevas una grata sorpresa, ya que el conjunto arquitectónico se conserva en muy buenas condiciones y se pueden distinguir a la perfección los distintos elementos que conformaban la estructura interior de la iglesia. Tanto la pared frontal del altar mayor como la pared trasera de la nave han sido pintadas por grafiteros. Todavía se conservan las escaleras por las que se puede subir al campanario para obtener una de las vistas privilegiadas del pueblo, pero esto es solo para valientes.