Artículo de RobertoVega, entrenador de base.
José Ángel Márquez Muñoz proporciona una excepcional obra con La Banda de Música de Almazán. Tañedor de bandurria, voz de la Coral, devoto del folk junto a Fernando el Gaitero, este libro es una emocionante crónica exhaustiva y fotográfica. Conozco otra, publicada en la Antología de Poesía Adnamantina por la Cruz Roja.
Como diría Avelino Hernández: “Dile a Márquez que ha hecho un buen trabajo, de nuevo.” Obra esencial guiada por el historiador que habrá invertido inimaginables horas para inmortalizar la evolución de una institución municipal decana de todas las demás bandas civiles provinciales. Ojalá sea difundida para su estudio, conocimiento, admiración y superación.
Pero, ¿cómo prende la vocación por entender, estudiar, tocar, dirigir o hacer música? ¿Quizá la genética determine a mujeres y hombres, o la casualidad? Honores para aquellos directores e impulsores políticos.
Apoyado en el templete de la Plaza Mayor, un pequeño de ocho años miraba hechizado lo que hacían unos uniformados durante algún concierto en aquellos años difíciles; le pediría al padre estudiar en la Academia y éste respondería “tú sabrás”. Así comenzaría a manejar cotidianamente el compromiso. El chico valdría porque a pesar de todos los obstáculos interpretaba música con la trompeta. Se convertiría en un autodidacta y además aportaría economía al hogar. Pero si quería aprender más tendría que salir de casa, como otros melómanos del Burgo y Covaleda. Al principio iría solo a la Banda de Soria arropado por su familia, que le esperaría al salir de la fábrica, para el ensayo de los viernes. Regresarían cuando la noche fuera larga o fría por la gasolinera del Viso y el “Un, dos, tres” saliera por la TVE.
Y hasta Almazán llegarían los más aficionados músicos de la capital, en tren, para igualmente aprender escuchando la Diana y el Concierto de la Banda el día de la Bajada de Jesús.