REPORTAJES
Actualizado 10/10/2021 10:10:41

Investigadores brasileños analizaron muestras de los pulmones de 47 personas que murieron como consecuencia del síndrome respiratorio agudo grave causado por el SARS-CoV-2.

El COVID-19 puede alterar el funcionamiento de distintos órganos, por eso ha venido considerándoselo como una enfermedad sistémica. Y aun cuando se evalúa únicamente a la pequeña cantidad de los infectados que desarrollan insuficiencia respiratoria, es posible notar que el SARS-CoV-2 afecta a los pulmones de maneras variadas.

En un estudio dado a conocer en la plataforma medRxiv, aún sin revisión por pares, investigadores de la Universidad de São Paulo (USP), en Brasil, y colaboradores analizaron muestras pulmonares de 47 personas que murieron como consecuencia del síndrome respiratorio agudo grave (SRAG) causado por el nuevo coronavirus, y detectaron dos patrones de daños nítidamente distintos.

Cinco pacientes (el 10,6 %) exhibieron lo que los autores denominaron como “fenotipo fibrótico”, caracterizado por el espesamiento del septo alveolar, la estructura en donde se producen los intercambios gaseosos. Es decir, en esos individuos el tejido normal de los pulmones lesionado por el virus fue reemplazado por tejido cicatricial (fibrosis), lo que dificultó la respiración. En otros diez pacientes (el 21,2 %), encuadrados en el “fenotipo trombótico”, el tejido pulmonar estaba prácticamente normal. Pero fue posible notar señales de coágulos (trombos) en pequeños vasos. Y hubo también un tercer grupo en el cual se incluyó a 32 pacientes (el 68,1 %) que exhibieron ambos fenotipos simultáneamente.

La edad promedio de los pacientes incluidos en el estudio fue de 67,8 años, con una proporción similar de varones y mujeres. Todos eran portadores de enfermedades preexistentes, entre las cuales las más comunes eran la hipertensión (el 55 %) y la obesidad (un 36 %). En el momento de la entrada hospitalaria, el 66 % padecía falta de aire. Las complicaciones clínicas durante la internación incluyen choque séptico (el 62 %), falencia renal aguda (un 51 %) y síndrome de dificultad respiratoria aguda (un 45 %).

Las muestras pulmonares se obtuvieron mediante autopsias mínimamente invasivas y posteriormente se fijaron en formol y parafina. Los bloques se cortaron entonces en láminas con un espesor de 3 micrones (µm, el equivalente a una millonésima de parte de un metro), que se colorearon y se analizaron mediante microscopía e inmunohistoquímica (una técnica que comprende el uso de anticuerpos contra proteínas blanco, colágeno, por ejemplo). El ARN del SARS-CoV-2 se detectó en todas las muestras mediante RT-PCR.

“Partimos de una evaluación de la morfología del pulmón para luego estudiar las historias clínicas y los estudios radiológicos de esos pacientes. Y fue posible notar, tras el análisis estadístico, que los datos se correlacionaban”, comenta el patólogo Alexandre Fabro, docente de la Facultad de Medicina de Ribeirão Preto (FMRP-USP) y coordinador de la investigación. Este trabajo contó con el apoyo de la FAPESP en el marco de tres proyectos.

El patrón respiratorio

En el artículo, los autores informan que durante los días que precedieron a sus muertes, los pacientes con el fenotipo fibrótico sufrieron una declinación progresiva del índice de oxigenación –medido de acuerdo con la relación entre la presión parcial del oxígeno arterial con la fracción de oxígeno aspirada (PaO2/FiO2)–, aparte de la pérdida de la complacencia pulmonar (la capacidad de los pulmones de expandirse y contraerse durante la respiración) y el aumento de la producción de colágeno (uno de los principales componentes del tejido fibrótico) en los órganos.

En tanto, en los pacientes del grupo trombótico se reportó una mejoría de los patrones respiratorios durante los días anteriores a la muerte, como así también un alto nivel de complacencia pulmonar durante todo el período de internación. “En algunos casos, el médico informó que llegaron cerca de que se les diese el alta y luego fallecieron”, comenta Fabro.

Por otra parte, en los enfermos de este segundo grupo se registró una elevación del nivel de plaquetas (las células sanguíneas que actúan en la formación de coágulos) y en la formación de trombos. Asimismo, se observó que al momento del ingreso hospitalario tenían niveles más altos del dímero D –una proteína a la que se considera como un marcador de trombosis– que la media de los pacientes analizados.

“Estos hallazgos refuerzan que, pese a que la infección es la misma, la respuesta al virus varia bastante, incluso entre los casos graves. Y esto puede tener implicaciones clínicas. Estos hallazgos sugieren que los pacientes de cada grupo requieren tratamientos diferenciados. En el artículo demostramos que la evolución de los parámetros respiratorios [PaO2/FiO2] y el nivel de dímero D al momento de la internación, por ejemplo, pueden ayudar a los médicos a diferenciar esos fenotipos”, dice Fabro.

Según el investigador, este estudio retrata cómo empieza el proceso de fibrosis pulmonar que ha dejado sus secuelas en muchos sobrevivientes del COVID-19. “La cuestión científica actual reside en cómo tratar y cómo impedir que este proceso evolucione y se vuelva permanente. Existen algunas medicaciones antifibróticas, pero aún no se las ha testeado en el contexto pos-COVID”, afirma.

Fuente: Agencia Dicyt

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