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CAPITAL
Actualizado 06/12/2021 20:45:40

La Dehesa y San Saturio unidos por un manto blanca.

En esta ruta os proponemos no salir de Soria capital y disfrutar de algunos de sus lugares más emblemáticos cubiertos de nieve. Los motivos de esta visita son varios: En primer lugar, las plazas, edificios o ermitas que vemos en el día a día, presentan una apariencia totalmente distinta a la que observamos habitualmente, por lo que merecen ser vistos desde otra perspectiva.

Por otro lado, evitamos coger el coche en unas fechas en que las carreteras pueden estar en peores condiciones por las precipitaciones, ya sean en forma de agua o nieve. Además, esta ruta es ideal para quemar poco a poco los excesos navideños que durante el mes de diciembre comienzan con la celebración de Noche Buena y Navidad.

Con todo esto, ya solo queda ponernos un calzado adecuado, abrigarnos para no pasar frío y tener ganas de descubrir aspectos desconocidos de lugares que vemos en nuestro día a día.

Manto de nieve

Nuestra ruta comienza en el centro de la ciudad, en el parque más importante de Soria. Partimos de lo alto de La Dehesa, en las letras que coronan uno de los jardines más imponentes de la provincia. Desde esa posición podemos apreciar un manto de nieve que cubre absolutamente todo el césped de la pradera.

Si continuamos en dirección a Plaza Herradores podemos contemplar como el Quiosco de la Música respira un aroma especial, mientras los copos de nieve caen sobre su imponente cúpula. En ese paseo, podemos ver también como las estatuas, las más de cien especies de árboles y arbustos, o los bancos de los diez kilómetros que forman el parque se encuentran decorados como si de una película de navidad se tratase

Antes de salir del parque, es recomendable echar la vista atrás para contemplar una última vez la majestuosidad de La Alameda de Cervantes con la nieve cayendo en su interior.

Historia "Nevada"

Tras salir de La Dehesa nos acercamos hasta la Plaza Herradores para observar como todo su decorado navideño se encuentra bajo la nieve, mientras que los jóvenes que salen de clase comienzan las primeras batallas tirándose bolas.

Esquivándolas con mucho cuidado y prestando atención al suelo resbaladizo llegamos a la Calle del Collao, presenciando como todos los transeúntes miran al cielo disfrutando de una nevada que se da muy pocas veces al año.

En nuestro camino hacemos una parada en la Plaza de las Mujeres. La escultura en honor a este género de Josep Manuel Juan se encuentra totalmente cubierta de blanco en su parte superior, al igual que los bancos de la plaza, en donde su característico morado apenas se puede presenciar por la nieve.

Desde esa ubicación giramos a la derecha para contemplar tres edificios históricos de nuestra ciudad. La Iglesia de San Juan de la Rabanera y el Palacio de la Diputación observan uno enfrente del otro como sus paredes y estatuas, con años de solera a sus espaldas, empiezan a sentir el frío de las precipitaciones. Al mismo tiempo, el fuego de la Delegación de Hacienda, situado al lado del antiguo palacio de los marqueses de Vadillo (actual Diputación) lucha contra la nieve para no apagarse. Una vez abandonamos este lugar, seguimos recto, antes de girar a la izquierda para llegar a la Plaza Mayor. Allí vemos como el Ayuntamiento y el Palacio de la Audiencia empiezan a coger los primeros tintes blancos de la temporada, mientras presencian como se monta el belén bajo la nieve, en una estampa navideña muy peculiar. Nuestra ruta continúa y es hora de adentrarnos en la Calle Sorovega para avanzar cuesta abajo y con mucha cautela hasta la Concatedral de San Pedro.

Esta joya de la arquitectura románica castellana presenta menos espesor de nieve, pero, aun así, su inmensidad y significado, inundan de brillo blanco nuestros ojos.

Antes de finalizar el viaje, nos adentramos en la Calle Nuestra Señora de Calatañazor para desembocar en el Sotoplaya. El aspecto de los márgenes del Duero, con la niebla y la nieve cayendo, hacen difícil el trayecto, pero las vistas, créanme, merecen la pena porque son inolvidables. En ese camino, llegamos hasta una ermita de San Saturio, cubierta entre los espesores de la nieve. Para alcanzarla, cruzamos el puente y desde lo alto de ella, concluimos una travesía observando como el cielo blanco cae sobre una ciudad de Soria espectacular e imponente que muy pocas veces al año podemos contemplar con tanto fulgor.

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