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CAPITAL
Actualizado 19/12/2021 19:55:38

Francisco Ruiz García, que el pasado día 3 de diciembre cumplió cien años, baja solo por las tardes al hogar del Espolón desde su casa, en la calle Las Casas, donde luego va a recogerle su familia. También es un asiduo del bar Ayllón, donde suele tomar un café casi todos los días. Lee sin gafas, le gusta cocinar e ir a comprar, y hasta siega la hierba del patio de su casa de Verguizas (en Tierras Altas), donde nació en el año 1921.

Este centenario, alegre y muy sociable, que se encuentra estupendamente, "de momento", como dice él, ha recibido un emotivo homenaje en la parroquia de Santa Barbara y en el hospital de El Mirón, donde trabaja su hija Lourdes Ruiz Revilla.

El párroco de Santa Bárbara, acompañado de Toño Arroyo, párroco de Tierras Altas, y José Antonio Izquierdo, joven sacerdote que tiene una estrecha relación con la familia, oficiaron una misa el día de su cumpleaños. El obispo le regaló un pergamino con una bendición episcopal, y también recibió la partida de bautismo y un árbol genealógico. Por su parte, un representante de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Soria le entregó una placa y un ramo de flores. El acto finalizó con el reparto de rosquillos y moscatel a todos los asistentes a la misa.

También, las compañeras de Lourdes Ruiz Revilla, hija del centenario, le hicieron un pequeño homenaje, entregándole un libro con algunos momentos de su vida en fotografías, que Francisco Ruiz agradeció.

El secreto del sorprendente estado de salud de Francisco Ruiz García puede estar en su intensa vida de ganadero. Primero, como trashumante (¡cuántas historias y experiencias que poder contar!), uno de los últimos de la provincia. Bajó a Extremadura con sus ovejas hasta que tenía 50 años, en unas estancias que duraban meses. Luego, continuó de pastor, fue a vendimiar, se dedicó a segar hierba por la zona de El Valle, trabajó haciendo la carretera de su pueblo de Verguizas en el año 1963, y terminó trabajando en la construcción en la capital soriana., cuando se trasladó a vivir.

Una vida dura que compensó con su optimismo vital (que aún mantiene), y con una vida feliz con su esposa María Revilla García, natural de Ledrado, y con sus dos hijos: Francisco y Lourdes. Sin ir más lejos, este domingo ha disfrutado paseando por su pueblo, en Verguizas, junto a los restos de nieve que aún aguantan en esa pequeña localidad serrana.

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