Artículo de opinión de Alejandro Ramos, profesor universitario y secretario de NNGG Soria.
Sin duda, una decisión difícil, pero acertada. Ante el dilema de moción de censura o adelanto electoral, siempre tienen que ganar las urnas y no los despachos.
En una democracia, las urnas son necesarias. Y no solo cada cuatro años, sino también cuando la incertidumbre se instala en las actuaciones de un gobierno, que, de lo que tiene que preocuparse, es de mejorar la vida de la gente, y no de estar pendiente de los continuos bailes de traiciones y puñales de sus propios socios de bancada en connivencia con los partidos de la oposición.
La coalición PP - C´s ha mostrado sus diferencias desde el principio. Y poco a poco estos roces iniciales, se han ido convirtiendo en tensiones internas y desconfianzas.
Uno de los puntos de fricción ha sido la gestión de la pandemia. Aunque inicialmente los socios mostraron unidad, las fuertes medidas restrictivas, provocaron ciertas desavenencias, que se fueron agudizando con el modelo sanitario para el mundo rural, que tenía previsto sacar adelante el partido naranja y al que los populares se negaron en rotundo.
Un punto de inflexión fue la moción de censura presentada por los socialistas. Aunque “el bueno” de Tudanca fracasó estrepitosamente, la coalición resultó dañada al perder la mayoría en el Pleno, por culpa del transfuguismo de una procuradora de Ciudadanos.
Por último, la deslealtad más notoria se ha producido por las negociaciones unilaterales de los presupuestos por parte de C´s, con los partidos minoritarios y de la oposición, a espaldas del propio presidente.
Ante estas faltas de confianza, ya insalvables, Alfonso Fernández Mañueco, decidió, de manera valiente, disolver las Cortes y convocar elecciones para el próximo 13 de febrero, salvaguardando el interés de los castellanoleoneses, y permitiendo que sea el pueblo el que decida con su voto, el fututo para esta comunidad.